13 | Solo teatro

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13 | Solo teatro

Liam

Los primeros días que paso en casa de Maia me encuentro en una especie de estado de shock.

He estado sumido en una rutina asfixiante durante los últimos años debido a YouTube, las redes sociales y las constantes presiones de Adam. Ahora que ha desaparecido, no me queda nada, y tardo una noche entera en darme cuenta. Maia se va a trabajar temprano por las mañanas. Cuando vuelve al anochecer, suele estar tan cansada que se acuesta sin cenar. El Liam de siempre habría insistido en hacerla comer algo, pero ahora estoy tan ocupado lidiando con mi propia mierda que no pienso en nada más.

Apenas soy consciente de que me paso todo el día en el sofá. Hago zapping y miro programas que no me suenan porque nunca he tenido tiempo para ver la televisión. Y menos mal, porque menudo coñazo. Tengo el móvil apagado para no ver los insultos que seguramente seguirán llegando a mis redes sociales. Tampoco he recibido noticias de Adam, Evan o Michelle. Todo ahí fuera se cae a pedazos y ni siquiera me preocupo en prestarle atención. Puede que Michelle no estuviera tan equivocada cuando me llamó egoísta, después de todo.

No me doy cuenta de que estoy sumiéndome en un agujero negro hasta que, al cuarto día, cuando Maia llega de trabajar y ve el salón hecho un desastre, coge una de las camisetas que hay tiradas por el suelo y me la lanza a la cara.

—Tus mierdas las recoges tú —me espeta antes de irse a su habitación.

Entonces, decido que esto tiene que parar. No puedo seguir auto compadeciéndome eternamente. Me guste o no, la vida sigue, con o sin YouTube.

A la mañana siguiente, se levanta temprano y sale de casa sin despedirse. Seguro que está cabreada conmigo, y con razón. Ahora duermo en el sofá porque su madre se marchó hace unos días con el gilipollas de su novio y todavía no ha vuelto por aquí. Imagino que Maia estará preocupada, pero no lo menciona. De hecho, no habla de nada conmigo. Supongo que en parte es culpa mía. Me he portado como un imbécil desde que llegué.

Me levanto del sofá con los músculos pesados y abro las cortinas. El salón está hecho un desastre. Me dirijo a la cocina para desayunar algo, pero el frigorífico está casi vacío. No sé si es porque Maia no ha tenido tiempo de ir al supermercado o porque no puede permitirse hacer la compra, pero ojalá sea lo primero. La cabeza me da vueltas. Necesito despejarme, así que ignoro lo mucho que me ruge el estómago y voy al baño a darme una ducha. Entonces me fijo en que las cortinas están en el suelo. Desde hace días. Y que no me he molestado en volver a colgarlas.

Mierda, ¿en qué mundo he vivido estos últimos cuatro días?

Además, no queda pasta de dientes. Suspiro y reviso la encimera bajo el lavabo por si hace falta comprar algo más. Hago una lista mental: gel, champú, acondicionador... La curiosidad me puede y termino explorando a fondo los cajones. No sé qué espero encontrar, pero, cuando salgo sin haber visto ninguna cuchilla, no siento ni una pizca de alivio. Puede que ya no tenga porque haya dejado de usarlas o simplemente que las esconda en otro sitio.

Me cambio de ropa, me pongo un gorro y unas gafas de sol y cojo la cartera. Por suerte, tengo bastante en efectivo. No puedo usar la tarjeta sin arriesgarme a que Adam me rastree. A las muy malas, siempre puedo conducir unos cuantos kilómetros y sacar dinero en un cajero. Me guardo en el bolsillo las llaves de Maia, que últimamente deja en la mesita del recibidor, y salgo a la calle por primera vez en casi una semana.

Decido ir dando un paseo. No pienso encender el móvil, así que pido indicaciones para llegar al supermercado. La mayoría de los vecinos son personas muy mayores, por lo que no tengo que preocuparme por que me reconozcan. Veinte minutos después, encuentro una humilde tienda de comestibles que no tiene nada que ver con las grandes superficies que están por todo Londres, pero que me sirve igual. Compro lo suficiente para llenar el frigorífico durante unos cuantos días y emprendo el camino de vuelta a la casa.

Hasta que nos quedemos sin estrellas |  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora