16 | Cuestión de prioridades

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16 | Cuestión de prioridades

Liam

Ser un adulto independiente y funcional es más difícil de lo que pensaba.

Nunca pensé que me perdería en una tienda de muebles y, sin embargo, he empujado el carrito durante los últimos treinta minutos por pasillos diferentes y me da la sensación de que estoy girando en círculos. Mire a donde mire, solo veo estanterías repletas de jarrones, cestos y otros elementos de decoración para el hogar. Este sitio me da dolor de cabeza.

Necesito orientación profesional, así que saco el móvil y llamo a Evan.

—¿Qué cosas son completamente esenciales para vivir solo? —le pregunto cuando descuelga.

—Alcohol, sin duda. Hola, por cierto.

—Hablo en serio.

—Yo también. El alcohol solucionará el noventa por ciento de tus problemas. El diez por ciento restante se resolverían fácilmente contratando a un sicario.

Pongo los ojos en blanco. Una señora cruza el pasillo cargando con una alfombra del tamaño de un frigorífico. Por mi bien, espero no tener que comprar una de esas.

—Necesito comprar lo básico para el apartamento. Me mudo esta semana —contesto, ignorando sus bromas, para que vea que necesito ayuda de verdad.

—Está bien. Déjame pensar. —Hace una pausa y finalmente añade—: Cuando juego a Los Sims siempre procuro llenar toda mi casa de espejos.

—¿Espejos?

—Sí, claro. Para mentalizarse y practicar discursos.

—¿Para qué?

—Para verte el careto, Liam. Con la personalidad de mierda que tienes, no le gustarás a nadie a menos que cuides un poco tu aspecto. Ni siquiera a Maia. De nada por el consejo. Ahora ve a comprarte uno.

Es un imbécil, pero decido hacerle caso. Me paso diez minutos buscando el pasillo en el que se encuentran y acabo escogiendo un espejo de cuerpo entero. Lleno el resto del carrito siguiendo las indicaciones de Evan. Aunque vaya a alquilar un apartamento ya amueblado, necesito añadirle ciertos detalles para sentirlo mío. Compro pósteres de bandas y películas que me gustan y, a petición de Evan, también dos pegatinas con ojos para pegar en el retrete.

Cuando llego al final del pasillo y veo que el siguiente está lleno de alfombras, doy media vuelta. Ni de coña pienso pasar por esto.

—¿Así que tendrás piso a partir del lunes? —pregunta mientras yo camino hacia el cajero automático—. La semana que viene tengo un evento en Manchester. ¿Tienes sitio para mí? Solo serán un par de días.

—Claro. Sin problema.

En realidad, me gusta la idea de que venga de visita. Evan es un grano en el culo, pero también es mi mejor amigo y echo de menos meterme con él en persona.

Me habla sobre el evento mientras yo termino de pagar. Descubro que siento un poco de envidia, quizá debido a que esta era una de las partes que más me gustaban del mundillo. Conocer a fans y probar videojuegos en primicia, además de pasar unos cuantos días rodeado de mis amigos. Seguramente tenga una invitación esperando en mi correo electrónico, pero no estoy preparado para volver a mostrarme en público todavía.

Una vez que lo he metido todo en el carrito, lo empujo fuera de la tienda hacia mi coche. Abro el maletero y pongo a Evan en altavoz para escucharlo mientras guardo las bolsas.

—¿Pagaste un adelanto por el piso? —inquiere y enseguida sé por dónde van los tiros.

—Sí, usando la tarjeta. Estoy seguro de que Adam ya la ha rastreado, pero no me preocupa.

Hasta que nos quedemos sin estrellas |  EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora