Capítulo 30

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10 meses después


Miró a la tropa desde la ventana. El capitán era muy exigente con aquellos nuevos reclutas. Las rodillas y brazos temblaban ante el sonido estruendoso del silbato del peliverde. Negó con la cabeza. Wayzz era muy... complicado.

Cansado de eso, acarició la cicatriz que dejó la herida en su pelea. Los doctores se alarmaron al ver tal sangrado y tuvieron que hacerle una trasfusión de sangre para que perdiera esa palidez y volviera en sí. Casi pierde la pierna.

Un pañuelo largo y blanco llamó su atención desde que se levantó. Algo tan insignificante como ello, ya era parte de su cotidiana vida en la agencia. Tomó el objeto y comenzó a amarrar y desamarrarlo. Esperaba que él lo viera. Y así fué.

Wayzz volteó y sus pupilas se paralizaron al ver los movimientos de su General. Soltó su silbato y empezó a correr hacia su dormitorio. Quiso reír ante su exageración.

Sus ojos verdes miraron el cielo azul por última vez y luego, esperó a la aparición de su amigo.

—¡General, no! —gritó el chico, haciendo que Adrien comenzara a reír de nuevo—. ¡No! ¡No estoy bromeando! Suelte eso.

—Tranquilo capitán. No pienso hacerlo. Te lo prometí. ¿No era la palabra de un General algo serio?

El capitán frunció el seño. La aparente burla del rubio no le sentaba muy bien. Tomó su móvil. Adrien le quitó el teléfono, con una sonrisa. Cosa que ruborizó al de piel pálida como cristal. Agreste lo sabía y era por eso que estaba amable.

—No llames al doctor Porter. Estará ocupado con sus cosas...

—No. Lo haré, devuelve Felix —se estiró y casi cae encima del hombre. Pero, este rodó por el suelo y lo evitó. El capitán estaba rojo, de la furia y de la vergüenza—. Ésta es la décima vez que lo intentas. No.

—No pienso suicidarme, si es lo que crees. Te lo dije: no lo haré más —Adrien perdió la sonrisa y el brillo. La verdad... aún dolía mucho y seguiría doliendo por el resto de su horrible vida—. Quiero seguir adelante y, poder lograr lo que siempre quise: servir a la patria.

Aunque la patria fuera la culpable de tu dolor. ¿No?

—Espero que sea verdad. Ya llevo varias veces salvándote la vida.

—Y te lo agradezco —Mientes, detestas que te salve en cada intento. Lo sé. Soy tu chispa de vida—. Pero no es necesario llamar al psiquiatra. No estoy en peligro. Ya han pasado... casi un año.


—Lo reanimamos después de la operación de su pierna,él está en la camilla. Pase capitán —la enfermera, una chica con coletas negras, le cedió el paso.

—Gracias.

Luego del desmayo que sufrió, tuvieron que cargarlo hacia el helicóptero. Parecía dormido y con ese estado, llegó a EEUU. La pequeña bebé lloró durante todo el trayecto, hasta que él mismo la llevara a... ese lugar donde los huérfanos estaban hasta que los adoptaban. No le interesó ni las monjas, ni el nombre ni la dirección.

Espías En París   Borrador  [Lordbug Y Ladynoir] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora