➵ Capítulo 19. Sobre cómo cerrar ciclos.

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Llego a mi casa con el corazón en la garganta. Sigo sin poder creer lo que acabo de hacer, lo que acaba de pasar. Observo mis nudillos rojos, por poco no están rotos. La mano me duele, incluso palpita un poco. Me dirijo al refrigerador y tomo una bolsa de guisantes congelados para ponerla sobre mi pobre e hinchada mano. El frío del paquete hace contraste con el calor de la zona que golpeé e inmediatamente siento un poco de alivio.

Camino hasta el sofá y me dejó caer ahí. Los minutos pasan y yo solo veo el techo. Estoy sola en la casa y, ahora más que nunca, necesito a Anahís. Necesito alguien con quien hablar.

El recuerdo de lo que ocurrió hace minutos se reproduce una y otra vez en mi mente. La voz de Derek, la manera en la que me tocó, la sensación de sus labios sobre los míos... Todo eso me repugna, tanto que me dan náuseas y quiero vómitar. El estómago se me revuelve por completo, siento como si se hubiera bajado mi presión.

Para ser honesta conmigo misma, si esto hubiera ocurrido hace años, hubiera caído directo en la trampa. No hubiera puesto objeciones, hubiera disfrutado del beso, hubiera huido con él.

No puedo creer lo mucho que han cambiado las cosas. Me autofelicito por haber sido valiente. Y dejar en su lugar al idiota de Derek. Espero no verlo nunca más, espero no tener que escucharlo nunca más. Y en verdad siento lástima por él... Así como por la pobre chica con la que se va a casar. Estoy segura de que ella se merece algo mejor.

Para este punto, siento como si hubiera cerrado un ciclo. Un ciclo que, por más antiguo que sea, aún le faltaba un poquito para cerrar, para que la cicatriz que había dejado terminara de sanar. Me siento fuerte y, para haber sido la primera vez en la que golpeo a alguien, creo que lo hice bastante bien... Sinceramente, tenía demasiadas ganas de hacer eso desde hace mucho tiempo.

Ese solo pensamiento me saca una sonrisa.

-Parece ser que obtuve lo que quería y él obtuvo lo que merecía. Un final feliz diría yo.

Del botiquín que está en el baño, tomo un pote pequeño de crema mentolada y una venda. Froto un poco mi mano y coloco la tela alrededor con un poco de fuerza. Espero que el dolor desaparezca pronto y me devuelvo a la sala a ver un poco de televisión.

Después de lo que parecen horas, decido hacer algo que durante la semana estuve evitando.

Cojo mi celular y marcó el número de Nathan. No responde la primera vez, por lo que temo que esté molesto conmigo o no me quiera hablar, no obstante, la segunda vez que llamo, responde al tercer repique.

-Hola, Parker -contesta y, escuchar su voz, me da calma.

-Hola, Graham... ¿Sabías que tu apellido me recuerda al nombre de unas galletas?

-¿Ah, sí?

-Sí.

-¿Esa es la razón de tu tan esperada llamada?

Hago una pausa por solo unos segundos, en los cuales él no emite ni un solo sonido. Es claro que no lo llamé para decirle que tiene nombre de galleta salada, lo he llamado porque necesito hablar con él.

-¿Podemos vernos?

-Claro -responde sin dudarlo un poco- ¿Paso por ti o...?

-No. Sólo ven. Te estaré esperando.

***

Fuera del edificio se puede apreciar mejor el cielo nocturno. Me parece bonito que no está tan oscuro, lo que permite destacar algunas nubes con la luz de la Luna, la cual, por cierto, se ve enorme y hermosa.

Es curioso el clima de la ciudad hoy en día. Últimamente, en el día y la tarde pareciera que el Sol promete quemarte vivo, asarte o convertirte en caldo mientras estas en la calle, pero en la noche, cuando se oculta, pareciera que nos recompensara con una noche fría y brisa fresca. Es por ello que decido sentarme en las escaleras de la entrada con una manta liviana sobre mis hombros.

Sobre cómo no caer en el amor #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora