➵ Capítulo 10. Sobre cómo vomitar verbalmente.

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-¡Becca!

Escucho mi hermana ir tras de mí. No fue mi intención salir del supermercado de la manera en que lo hice. Es que... El simple hecho de haberlo escuchado pronunciar mi nombre, me dio náuseas.

Es decir, ¿cómo se atreve a sí quiera mirarme después de haberme hecho pasar por el momento más triste y vergonzoso de mi vida?

Yo, muy al contrario de él, sí estuve enamorada. Incluso podría decir que él fue mi único amor, quien yo creía que sería el definitivo.

El haberlo visto me llenó la mente de recuerdos que solo me hacen hervir la sangre.

An me alcanza y me toma del brazo. Me jala para girarme y me envuelve en un abrazo. Al principio no quiero abrazarla, de hecho, no quiero que nadie se me acerque, sin embargo, su toque se siente tan maternal que no puedo evitarlo.

La abrazo también y comienzo a llorar. Pero no me malentiendan, no lloro por estar triste, yo no lloro por ese motivo desde hace varios años.

Estoy llorando por rabia. Estoy llorando porque me hubiera gustado darle un golpe en la nariz y gritarle que es un imbécil.

Fui lenta, dejé que la sorpresa me invadiera primero.

Me despego de An y me sonríe. Con una mano seco la humedad de mi rostro y limpio mis mocos.

-Qué asco -me dice.

-Ya cállate.

-¿Cómo te sientes?

El tono de su voz es sutil, tranquilo.

-¿Compraste mis galletas?

-Dos paquetes, de chocolate.

-Entonces estoy de maravilla.

***

El día siguiente se fue en un parpadeo. Lo único que hice fue estar sentada frente a mi computador haciendo ensayos, resúmenes e investigaciones.

Para el Lunes en la mañana, mi cerebro está super agotado. Estoy en piloto automático.

Abrí mis ojos antes del sonido de la alarma, me levanté, vestí y salí del apartamento. Ni siquiera me preparé algo de comer y tampoco recordé despedirme de An.

Más de un bostezo se me escapa en el camino y me costó no dormirme en el bus.

Finalmente entro al gran edificio que me recibió hace unos cuantos meses y, arriesgandome a quedar atrapada nuevamente, subo al ascensor.

Al llegar a la oficina, el alboroto que hay dentro contrasta por completo con mi adormilado estado.

Una mueca de confusión se forma en mi rostro y lentamente, casi con desconfianza, me acerco a mi escritorio.

Busco por todos lados a alguien que me explique qué sucede, sin embargo todos parecen muy concentrados en su felicidad.

Por lo que veo y escucho, deduzco que felicitan a uno de los abogados más jóvenes del grupo. Recuerdo que hace dos semanas mencionó que tendría su primer caso. Supongo que le ha ido bien.

Tímidamente me acerco, veo la sonrisa en su rostro y casi de inmediato yo también me siento feliz. No me cabe duda de que pronto yo estaré en su lugar.

-¿Te unes a la celebración?

Giro para averiguar quién me ha hecho la pregunta y no me extraña encontrarme con el rostro de Nathan.

-Parece que sí. Todos están muy animados.

-Verás, la mayoría de aquí son familia. Así como nuestro jefe es mi abuelo, hay otras personas que también son parientes.

Sobre cómo no caer en el amor #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora