Battle

413 36 0
                                    

La horda es enorme. Había visto algunas de gran tamaño, como la que entró en Alexandria hace más de seis años, pero ninguna como esta. Es como si toda la población de Washington D.C. estuviese aquí en una reunión para tomar el té.

El té somos nosotros, obviamente.

Poco a poco se van acercando a la alambrada eléctrica construida por Eugene y Rosita. Al principio, todo sale conforme lo planeado. El hilo metálico de alto voltaje corta con facilidad sus putrefactos cráneos. Pero es tanta la cantidad de muertos que se juntan al mismo tiempo que el hilo cede.

—Bella, escúchame. —Daryl me llama la atención. —Quiero que te vayas al puesto de guardia con Carol. Eres más hábil que nadie con el arco, y así estarás más segura para volver a por los niños.

Por una vez en mi vida, no rechisto.

—Prométeme que volveremos a vernos. —ahueco sus mejillas.

—Te lo prometo. En esta vida o en la siguiente. —me da un casto beso con sabor a despedida.

Solo espero que no sea el último.

La siguiente defensa que han preparado ha sido una gran zarza. Los pinchos les serán indiferentes a los caminantes, pero van a joder bien a los Susurradores.

Para cuando están empezando a quedarse atrapados en ella, yo ya estoy en posición con mi arco, y los demás empiezan a matar a los caminantes con lanzas y cuchillos. A parte de lanzar flechas a los muertos de atrás, mantengo especial atención a los que están cerca también, y, si se acercan demasiado a alguien, acabo con ellos antes de que se cobren una víctima.

Jamás había sentido tanta tensión, y, desde luego, jamás había corrido tanto peligro. Si doy un paso en falso, o si me acorralan, estaré muerta.

La última defensa empieza a ceder. Mis brazos van a toda velocidad sacando las flechas del carcaj y disparándolas. Menos mal que cogí cuatro antes de subirme aquí.

A lo lejos, veo una gran bola amarilla voladora que impacta en los caminantes de la primera fila, cubriéndolos de un líquido que no soy capaz de identificar. A esa se suceden unas cuantas más, y las últimas empapan a Daryl, Rosita y los demás, y a las puertas de Hilltop. Seguidamente, una flecha de fuego prende todos los caminantes que han estado en contacto con el líquido. Debe ser una sustancia inflamable.

Más bolas llueven como si fuesen meteoritos queriendo acabar con el mundo, pero esta vez se dirigen al interior de Hilltop.

Qué hijos de puta. Ahora lo comprendo todo. Quieren dejarnos sin salida.

Los gritos de uno de los guardias me sacan de mis pensamientos, y lo que veo me deja sin aliento. Está ardiendo en llamas. Se tira al suelo y empieza a rodar, pero el fuego no se extingue. Después de un minuto, sus gritos se acallan y su cuerpo queda inerte.

El líquido de una bola llega a mí, mojándome parte de los pantalones. Llevo un dedo a estos y después a mi nariz. Es puta resina.

Carol y yo nos miramos a la vez y sé que estamos pensando lo mismo, y más cuando vemos que la zarza ha cedido por completo. Bajamos como una exhalación a abrir las puertas de Hilltop, pero una flecha ardiendo impacta contra la madera antes de que podamos hacer nada.

Tengo muchísimo miedo y me tiemblan las manos. Si no averiguan una forma de salir de ahí, estarán muertos.

—Vete a por los niños, Bella. Yo me encargo. —me cuesta oír a Carol por el ruido de los caminantes y el fuego, el cual se propaga cada vez más rápido.

—Ten cuidado, por favor. —suplico. —Y ayúdales.

Al girarme, veo como una bola de fuego impacta en la casa Barrington. Con el corazón en un puño, solo espero que no haya caído en la habitación de los niños.

Silence the Whispers | Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora