Border

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Cuando llegamos a Oceanside, el fuego ya estaba casi extinguido.

Al final, conseguimos salvar gran parte del bosque, pero algo más que las llamas nos amenazaba en ese momento.

Habíamos cruzado la frontera que Alfa había impuesto hace ya un año.

—Deberíamos volver cuanto antes a Alexandria. —le comento a Michonne. —Habéis encontrado una piel y hemos traspasado la frontera. Quién sabe cuál será el siguiente movimiento de Alfa. Además, allí podremos curar mejor las quemaduras.

—En cuanto Eugene acabe de extraer los materiales que necesita del satélite, nos iremos. —me da un golpecito en la espalda y se va a ayudar a los demás a recoger todo.

Elevo la mirada y lo único que veo son árboles medio calcinados.

Si no hubieran estado aquí, seguramente se hubiesen quemado completamente.

Así de fácil es acabar con lo que queda de vida en la Tierra.

Por una extraña razón, no me inspira nada de confianza estar en el bosque. Me siento demasiado expuesta, y más aún cuando hemos cruzado un territorio que no es nuestro.

Como puedo, intento reconfortarme un poco abrazándome a mí misma.

—¿Estás bien? —me sorprende Daryl por detrás.

—Sí, sí. Solo estoy un poco incómoda. —le resto importancia. Me fijo en que tiene una gran quemadura en el brazo izquierdo. —Dios mío, Daryl.

—No es nada. —se hace el duro.

—Es por lo menos de segundo grado. Tiene que estar doliéndote una barbaridad. —mi rostro refleja preocupación.

Él solo encoge los hombros.

Los gritos de Michonne y Ezekiel indicándonos que es hora de volver a casa me alivian.

—Vamos, te curaré eso en Alexandria.

[...]

La enfermería está bastante saturada ahora mismo.

De una forma u otra, los que estuvieron en Oceanside salieron de allí tanto con heridas como con quemaduras.

Gracias a Dios, disponemos de tres médicos. Aunque a Siddiq le cuesta un poco concentrarse últimamente.

Daryl entra por la puerta al mismo tiempo que Aaron.

—Por aquí, Daryl. —Dante intenta conducirle hasta una camilla vacía.

—Tranquilo. —le freno. —Yo me encargo de él.

Este bufa y se lleva a Aaron a otra habitación.

—¿Qué coño le pasa a ese? —escupe Daryl.

—Ni idea. Es un poco raro. —me ahorro los detalles de la noche anterior. No me apetece lidiar con un Daryl celoso ahora mismo.

Con toda la cautela del mundo, empiezo limpiando la quemadura con un paño de agua fría, tratando de no hacer demasiada presión para no causarle más dolor todavía.

Aunque, por más que trate de ocultarlo, su mandíbula marcada muestra que está apretando los dientes para no emitir ningún gemido.

—Es muy importante que no te explotes las ampollas. —le advierto.

—Tú serás la única que toque esa herida. —tras sus palabras se esconde algo de reproche a Dante.

Por último, le aplico aloe vera suavemente.

Silence the Whispers | Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora