Horde

489 39 3
                                    

Hoy es el entierro de Siddiq. Ezekiel, Eugene y unos cuantos más se las han arreglado para venir desde Hilltop a tiempo para decirle un último adiós.

Gabriel empieza la misa y los llantos comienzan a escucharse. La que peor está es, obviamente, Rosita. Su hija se ha quedado sin padre, y, por mucho que Gabriel lo intente, jamás llegará a ser como Siddiq.

Él amaba a esa niña con toda la fuerza de su corazón, y ahora simplemente ya no está aquí. Una cosa más que los Susurradores nos han arrebatado. Un maravilloso hombre que solo miraba por el bien de las personas. Aunque, realmente, Siddiq murió el día de las picas.

Espero que Negan esté bien. Deposité nuestro futuro en sus manos. Una carga que debe ser difícil de llevar. Pero jamás he visto a ese hombre rendirse, no creo que vaya a hacerlo ahora.

El funeral acaba y la gente empieza a dispersarse, excepto Rosita, que se queda sentada junto a la tumba de Siddiq, con sus manos bajo la húmeda tierra.

Entiendo por lo que está pasando, y lo que menos querrá ahora es escuchar el típico "¿Estás bien?", porque, evidentemente, no lo está.

Me acerco a ella y coloco mis manos sobre sus hombros.

—Estaré por aquí si me necesitas. —ella asiente. —Te quiero.

Me regala una sonrisa triste en respuesta. No quiero molestarla más, así que me voy a casa.

En el camino me topo con Ezekiel, a quien no veía desde hace bastante tiempo.

—Es increíble lo guapa que estás con ese nuevo corte de pelo, Bella. —me halaga.

—No seas tonto. —me río. —¿Cómo están las cosas por Hilltop? —pregunto.

—No van mal. La gente echa mucho en falta a Tara y a tu hermano. —se cruza de brazos y mira al suelo.

—Yo también lo hago. —intento cambiar de tema para no ponerme sensible. —¿Y con Carol?

—Ha dejado de quererme. —su voz suena totalmente rota.

Mi instinto es abrazarle en un intento por consolarle.

Él se aparta enseguida, tosiendo. Tose, tose y tose sin parar, casi ahogándose por la falta de aire, hasta que, al final, consigue controlarlo.

—Dios mío, Ezekiel. Vamos a la enfermería y déjame examinarte. —digo preocupada.

—No. —suelta. —He empezado a fumar y mis pulmones no están acostumbrados.

Por mucho que quiera creerle, me resulta imposible. No huele para nada a tabaco, y cuando Carol fumaba siempre arrugaba la frente en desaprobación.

Examinándolo de arriba a abajo es cuando me doy cuenta del pañuelo negro que cubre su cuello.

—O me dices la verdad o te la saco a patadas, tú eliges. —bromeo, quitándole un poco de hierro al asunto.

Si es lo que creo que es, puede que no le quede mucho tiempo.

—Es un tumor. —dice con el semblante serio, confirmando mis sospechas. —Mi padre murió de lo mismo.

—Joder. —estoy harta de perder gente, sea de una forma u otra. —Lo único que puedo hacer es darte calmantes para el dolor.

Si esto le hubiese pillado en el mundo de antes, sin duda se salvaría. Pero ahora no tenemos el equipo ni las medicinas necesarias.

—Te lo agradezco.

Ahora sí, me abraza bien fuerte. Tanto que consigue llenar un poco el vacío por la pérdida de Siddiq.

[...]

Silence the Whispers | Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora