Poison

494 49 4
                                    

Junto con el primer rayo de sol, Gabriel hace acto de presencia en la enfermería, demandando dos médicos para atender al susurrador prisionero.

—No me apetece saber nada de los susurradores ahora mismo, Gabriel. —suspiro cansada, apoyándome en la pared.

—Dante y yo iremos, no te preocupes. —se ofrece Siddiq.

Yo murmuro un pequeño "gracias" y sigo con lo mío.

El resto del día pasa mucho más tranquilo que el de ayer. He mandado a Rosita a casa hace un rato. No me gusta el ambiente que hay aquí, con la mayoría de pacientes vomitando y sudorosos.

Salgo al porche a comer algo en mi descanso de diez minutos.

El canto de los pájaros me transmite paz, aunque esta se ve quebrantada por el pensamiento de que Daryl está, seguramente, torturando a un hombre.

Veo a Siddiq a lo lejos, examinando el sistema del agua.

Cada día está peor. Su mirada, totalmente perdida, refleja el trauma por el que tuvo que pasar.

De pensar que yo podría estar igual, se me eriza la piel.

Vio como mataban a todos y cada uno de los que estaban en las picas. Y si no llega a ser por Zach, yo también habría estado ahí.

Viene decidido hacia mí, con las manos temblorosas y a pasos atrotinados.

—Bella, algo va mal. —dice.

—¿Qué ocurre, Siddiq? —frunzo el ceño mientras me levanto para quedar a su altura.

—Dante, él... —este sale de las celdas y viene hacia nosotros, por lo que Siddiq se calla. —Ven a mi casa esta noche, y lo más importante: no te acerques a él.

Siddiq se va a Dios sabe dónde mientras sus últimas palabras infunden miedo en mi cuerpo.

¿Que no me acerque a él?

Dante no es santo de mi devoción, no iba a darle un abrazo ni a conversar con él precisamente, pero Siddiq me ha dejado realmente preocupada.

[...]

Al acabar mi turno, me quito la bata,  me deshago el moño y voy directa a casa de Siddiq.

Llamo a la puerta varias veces, pero nadie me contesta.

El corazón se me empieza a acelerar cuando oigo a Coco llorar en el piso de arriba y unos cuantos golpes.

Sin pensármelo dos veces, tiro la puerta abajo y cojo el cuchillo de mi cinturón.

Subo corriendo las escaleras y me encuentro a Siddiq, convertido en caminante, intentando darle un mordisco a Coco.

Dios mío.

Le agarro de la camiseta y le tiro al suelo, para después incrustarle mi cuchillo en el cerebro.

No puedo permitirme llorar su muerte ahora mismo, no cuando veo que Dante está ahorcando a Rosita en la habitación de al lado.

—¡Hijo de puta! —grito, desgarrándome las cuerdas vocales.

Él se gira sorprendido, ya que no esperaba verme aquí. Así que aprovecho para atestarle una patada en toda la cara, lo que le deja completamente aturdido.

Rosita consigue zafarse y empieza a toser, desesperada por buscar algo de oxígeno.

—Rosita, ve con Coco y avisa a alguien. Yo me encargo de esto. —mi voz suena más grave de lo normal, dándome un aspecto algo tenebroso.

Silence the Whispers | Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora