Graveyard

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Las caricias en mi mano me despiertan. Al abrir los ojos encuentro el rostro preocupado de mi hermano, aunque sus facciones reflejan algo más que soy incapaz de descifrar.

El ambiente áspero de la enfermería me envuelve, y el típico olor a hospital inunda mis fosas nasales, provocándome náuseas.

—Bella. —Paul llama mi atención. —¿Cómo te encuentras?

—Como una mierda. —confieso. Tengo la boca reseca y los labios cortados. —¿Llevo mucho tiempo aquí?

—Sólo unas horas. —el tono de su voz esconde inquietud. Algo en él ha cambiado desde la última vez que le vi. —Siento que lo de Daryl te haya pillado tan desprevenida.

—No me lo recuerdes. —froto mi cabeza para aliviar un poco el dolor que se va haciendo presente. —Lo que no entiendo es porqué me he desmayado y me encuentro así de mal.

—Yo sí lo entiendo... —suspira pesadamente y baja su mirada al suelo.

Ya empieza la gente a ocultarme cosas otra vez.

—Estás tardando en decírmelo. —me duele hablarle así a mi hermano, pero no estoy de humor para tonterías.

—Cuando te caíste, Daryl fue corriendo a ayudarte. —trago saliva. Información innecesaria. —Te trajimos a la enfermería y Michonne le contó a Enid que habías tenido náuseas.

Creo que ya se por donde va esta conversación. Las manos empiezan a temblarme inconscientemente.

—Ve al grano, por favor. —la voz se me entrecorta.

—Estás embarazada.

Las lágrimas empiezan a caer como cascadas por mis mejillas y la habitación se llena de mis ruidosos sollozos.

—No puedo estar embarazada, Paul. —mi voz sale tan rota que ni yo misma la reconozco. —No ahora, no estoy preparada.

Él intenta consolarme como puede, rodeándome con sus brazos y repartiendo caricias por mi pelo, pero nada me sirve.

—¿Quieres que mandemos mensajeros a Alexandria? Zach debería saberlo.

—No. —sentencio entrando en pánico. —No voy a tenerlo.

—¿Y se lo vas a ocultar? —me pregunta incrédulo. —¿De verdad crees que se merece eso?

Me quedo pensativa. Paul tiene razón. Zach es tan bueno que no merece que le haga algo así. Debo hacer lo correcto, y eso es esperarle y comentarle mi decisión. Sé que me apoyará ciegamente y respetara qué es lo que quiero.

Y desde luego, no es traer a un niño a este mundo de mierda.

—Está bien. Manda a los mensajeros. —suspiro e intento acomodarme un poco en la cama.

—Otra cosa. —hace una pausa. Yo asiento con la cabeza para que continúe. —Daryl lleva fuera un buen rato. Quiere verte.

—Yo a él no. —tenso la mandíbula. —Dile que se vaya.

—Bella, no vas a poder evitar la conversación mucho tiempo.

—¡He dicho que no! —sin poder evitarlo, exploto, y mis gritos retumban en las paredes. —Vete, déjame sola.

Mi hermano me mira decepcionado, pero no dice nada y se va.

[...]

Siddiq y Michonne entran en la enfermería a comprobar cómo estamos yo y Rosita. Ella sigue durmiendo, pero yo llevo un buen rato mirando un punto fijo en la pared.

Silence the Whispers | Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora