Overcome

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Me encuentro en un sitio oscuro, únicamente iluminado por una luz artificial que no sé de dónde proviene.

El suelo parece estar mojado, y mis pisadas emiten un eco ensordecedor, que se clava en mi mente como dardos venenosos.

Miro a todos lados, pero no veo a nadie. Todo esta oscuro.

Corro y corro, pero no llego a ninguna parte.

Me siento vacía.

En una esquina aparecen dos figuras oscuras, y, hasta que consigo acercarme, no veo quiénes son.

El miedo se instala en mi cuerpo y empiezo a temblar.

Gareth y... mi padre.

—Cuánto tiempo sin vernos, cariño. —el sonido de su voz me choca. Ya casi no la recordaba.

—¿Qué haces aquí, papá? —miro a Gareth de reojo, quien está sonriendo maliciosamente.

—Tienes que venirte con nosotros. —susurra.

Los ropajes de ambos son negros como el carbón. Visten de traje y mocasines, como si hubiesen estado en una reunión de negocios.

—Jamás lo haré.

¿Cómo podría irme con los hombres que arruinaron gran parte de mi vida?

Mi padre le hace un gesto a Gareth con la cabeza, y este se acerca a mí.

—No me toques. —instintivamente, busco el cuchillo que siempre llevo en el cinturón, pero no está.

—No puedes escapar, Isabella. —la voz de Gareth me produce náuseas.

Al final, consigue llegar hasta mí y me coge por los hombros.

Forcejeo contra él, aunque no me sirve de nada. Es mucho más fuerte que yo.

Hasta que una flecha atraviesa su cráneo y cae inerte al suelo.

Me giro y veo a mi salvador, Daryl.

—Vuelve, Bella. —me ruega. —Tienes que volver conmigo.

Despierto de un salto, con el corazón acelerado y llena de sudor.

Siento una presión en mis manos, pero cuando miro a ambos lados me doy cuenta de que son Daryl y Michonne los que las están sosteniendo.

Los dos me miran aliviados. No obstante, sus rostros se trasforman, hasta dejar ver el sufrimiento.

Me toma unos minutos recordar qué ha pasado.

Los recuerdos entran en mi cerebro a toda velocidad, causándome punzadas de dolor. Y, cuando por fin se unen las piezas del puzle, ahogo un grito.

—¿Mi hijo? formulo la pregunta de la cual no estoy segura de si quiero oír la respuesta.

Michonne niega con la cabeza, y Daryl me aprieta más la mano.

No, no, no.

Ese bebé iba a ser lo único que me quedara de Zach, y en gran parte, del recuerdo de mi hermano. Y ahora están los tres muertos.

Ellos no saben qué decir. No les culpo, yo tampoco lo haría.

—Estoy rota. —digo ahogada en lágrimas. —Ya no me queda nada por lo que seguir viviendo.

—¡No digas esa mierda! —el grito furioso de Daryl me asusta. —Nosotros seguimos aquí, te necesitamos. —me acaricia el pelo suavemente mientras tiemblo. —Yo te necesito.

Silence the Whispers | Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora