The end (pt.2)

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Todo el mundo trataba de calmarme. Pero yo no podía parar de pensar en que había miles de muertos ahí fuera rodeándoles, intentando probar su carne. Simplemente no podía pararme a esperar cuando lo que estaba en juego era el amor de mi vida y una niña que quería como si fuese mi hija.

Me asomé a una de las ventanas para observar la situación. La horda todavía no había llegado a las puertas de la torre, pero no tardarían más de dos minutos en hacerlo. De repente, del bosque salieron Daryl y Judith. La pequeña rebanaba las cabezas de los caminantes con la misma facilidad que su madre. Michonne estaría orgullosa.

—Carol, Jerry, conmigo —cogí un machete que había encima de una mesa—. Están ahí, y van a necesitar nuestra ayuda.

Me siguieron a través de las escaleras hasta llegar a la planta de abajo. Allí, a la cuenta de tres, abrimos la puerta para que pudiesen entrar. No obstante, aún no habían llegado, y los caminantes que ya estaban ahí se abalanzaron sobre nosotros.

"Mierda", pensé para mí misma cuando uno de ellos casi alcanza mi brazo. Lo empujé contra la pared, cayó, y rematé el trabajo con mi bota. Carol y Jerry también se estaban encargando de uno cada uno.

El aire volvió a mis pulmones cuando Daryl y Judith entraron a la velocidad de la luz. No me permití ni un segundo para comprobar cómo estaban, ya que los muertos iban a entrar también. Daryl, Jerry y yo pegamos nuestros hombros al frío metal de la puerta y, con todas nuestras fuerzas, empujamos para cerrarla. El cráneo de uno de ellos se quedó en medio. Carol, tras asegurarse de que Judith se encontraba bien, nos ayudó con un último empujón. Los sesos del muerto saltaron en mil pedazos, ensuciándonos la ropa y parte de la cara.

—Joder, qué asco —se quejó Jerry.

Me miré la camiseta, llena de trozos de cerebro de caminante, y fingí una arcada. Judith se me quedó mirando, con los ojos cristalizados. Yo miré a Daryl, por si había pasado algo, pero me hizo un gesto con los dedos, indicándome que luego me lo contaría. Acto seguido, la pequeña se abrazó a mis piernas y derramó unas cuantas lágrimas.

—Pensaba que no te volvería a ver nunca, tía Bella.

—Mi amor —hice un puchero—. Ya estás aquí, a salvo —le acaricié el pelo—, y no te va a pasar nada.

Tras unos minutos más consolándola, Jerry y Carol se la llevaron con los demás para que Daryl y yo pudiésemos hablar.

—¿Estás bien? —me abrazó por la cintura.

—Sería yo la que tendría que preguntar eso, ¿no crees? —sonreí y le acaricié la barba—. ¿Qué ha pasado con Judith?

—Michonne no va a volver a tiempo—frunció el ceño—, le dijo a Judith que iba a ayudar a unas personas, y ya no contesta al walkie.

—Joder, pobre niña. Tan pequeña y lo único que hace es perder gente —suspiré, afligida—. Estamos perdidos, Daryl. ¿Qué vamos a hacer sin las armas que prometió aquel hombre? —cambié de tema.

—No lo sé, espero que Gabriel tenga un plan —se apretó el puente de la nariz con los dedos.

Tenía la sensación de que esto no iba a acabar bien, al menos no para todos.

La voz de Magna sonó desde el piso de arriba, llamándonos urgentemente para que subiéramos. Nos encontramos a los demás rodeando a Luke y a los altavoces que había encima de su mesa.

—Bien, ya estamos todos —se retiro el pelo que le molestaba en la cara hacia atrás—. El plan sigue siendo el mismo, pero en vez de llevarnos a la horda de Oceanside, tenemos que hacerlo de aquí.

Silence the Whispers | Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora