Jane
¿Y si se había ido sin mi?
Evan había ido por una cerveza pero ya habían pasado veinte minutos. ¿Y si se había olvidado de mi? No sabía si moverme de lugar o no. No quería caminar por ahí sin él, no quería que alguien se me acercara y comenzara a hacerme preguntas que no podía contestar.
Necesitaba a Evan.
Me puse de pie y caminé lejos del árbol donde me encontraba, lejos de donde me sentía algo así como segura. Aún había mucha gente en la fiesta, no todos bailaban. Megan me miró con intensidad, pero no se acercó a mí. Así está mejor. Pette bailaba con una chica morena muy guapa, él sonreía y hablaba y ella reía.
Pette parecía ser un buen chico, era un gran quarterback, siempre sonriente. Y es amigo de Evan. Tal vez hablar con más personas no estaría mal. Poco a poco, con una o dos personas a la vez, sólo como una prueba.
Dales la oportunidad.
No quería pasarme el resto de mi vida apartada, en mi mundo gris y frío, siendo una chica sola y triste.
Quería poder mantener una conversación con las personas, y sonreír cuando ellos lo hicieran. Quería poder estrechar una mano sin sentir que querían hacerme daño. Quería confiar de nuevo en las personas. Quería poder hacer amigos y confiarles mis secretos. Quería bailar con cualquier persona que me invitara a hacerlo. Quería dejar de sentirme tan sola. Quería abrazar. Quería besar.
No era darles la oportunidad. Sino darme la oportunidad.
Una oportunidad.
–Hola.
Las oportunidades nunca tardan en llegar. Tómalas o déjalas.
Una voz me saludó detrás de mí. Una voz que no conocía. Una voz que no era la de Evan. Mi corazón se agitó. Date la oportunidad. Inténtalo.
Giré y me encontré con una sonrisa radiante.
–Hola. –dije con una voz casi inaudible.
El chico me tendió la mano y yo la tomé con timidez, estaba fría y suave.
–Creo que no te conozco.
–No.
–Soy Luca. –volvió a sonreír.
Luca, un chico alto, de cabello castaño un poco largo al frente, ojos negros, piel rosada y una sonrisa hermosa.
–Yo soy...
–Jane. –me interrumpió–. Es difícil no saberlo.
Mis ojos se abrieron por la impresión y Luca rápidamente se explicó.
–Toda la fiesta sabe de ti. La gente te vio llegar con Evan.
–Oh, sí. Él... me invitó a venir.
–Qué amable de su parte. –hiso una mueca con los labios–. ¿Dónde está él?
Eso quisiera saber.
Suspiré desganadamente.
–No lo sé. Fue por un trago y ya no regresó.
Luca rompió a reír. Era una risa cálida y contagiosa.
–Como el padre que fue a comprar cigarros y sus hijos jamás lo volvieron a ver.
–Sí, creo que fue algo parecido. –el comentario me hiso reír.
La mirada intensa de Luca se clavó en mí y yo me ruboricé. Su sonrisa estaba ligeramente torcida en una esquina y allí mismo se le formaba un pliegue.