18: Un ropero y una cama

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Jane


Abrí los ojos.

Mattew estaba sobre mí, su sonrisa era la de un depredador y sus manos devoraban dolorosamente mi cuerpo. Grité. No tenía las fuerzas suficientes para hacer algo más que eso, gritar. De pronto, el rostro de Mattew se transformó en otro. Unos ojos azul lluvia me miraban con una preocupación casi palpable. Estaba pálido, parecía un fantasma. Evan estaba conmigo, me sujetaba por los brazos mientras susurraba.

-Todo está bien. -susurró-. Tranquila Jane, estás a salvo conmigo.

Las lágrimas me nublaron la vista, lágrimas frías. Las enjugué rápidamente y sorbí la nariz. Evan me miró desde atrás de su largo fleco, parecía que no sabía qué hacer. Intenté sonreír, pero no lo logré. Suspiré, aunque sentía que me faltaba el aire. Que no había suficiente en la habitación. Estábamos a oscuras, las cortinas blancas de mi habitación estaban totalmente corridas y la luz brillante de la luna se encargaba de darnos la suficiente iluminación. No sabía cómo había llegado hasta aquí, a mi casa, a mi habitación, a mi cama. Evan interpretó mi desconcierto y me tomó de las manos.

-No sabía si era buena idea llevarte a un hospital... Así qué pensé que tu casa era el mejor lugar.

Me incorporé sobre la cama y limpié las últimas lágrimas que estaba dispuesta a derramar esta noche.

-¿Qué pasó? ¿Cómo...? ¿Cómo me encontraste?

-Después de que llamaste conducí como loco, no sabía qué ocurría y estabas llorando. -acarició delicadamente mí rostro, me estremecí. Evan rápidamente apartó su mano, no había sido mi intención alejarlo, no quería. Se sacudió el cabello y miró sus rodillas un momento, como si estuviera pensando qué es lo que iba a decir-. Yo... Estaba muy asustado. Imaginé lo peor, y sentí que no llegaría a tiempo. Escuché que te habías rendido, y sabía que había llegado demasiado tarde. Y cuando vi a Mattew -cerré los ojos al escuchar su nombre-, sobre ti, perdí el poco control que tenía. Quería matarlo, sólo matarlo y apartarte de sus manos... Gracias a Dios que no fue así, porque entonces yo habría hecho cosas irremediables.

Sus palabras me llenaron de miedo. Pensar que Evan podría matar a Mattew era inimaginable, no podía dejar que lo hiciera.

-No digas eso. -negué con la cabeza, mis ojos aún cerrados-. Que consideres siquiera ponerte en peligro por mí... No dejaré que lo hagas.

-Ese imbécil no debió tocarte. -su voz sonó dura y distante. Cerró sus manos en puños con fuerza, su mirada estaba distante-. No debió meterse contigo.

-Por favor, prométeme que no le harás más daño. Tiene suficiente con la paliza que le has dado esta noche.

-Merece algo aún peor.

-Evan, prométemelo. -rodeé sus delgadas muñecas y el dio un ligero salto de sorpresa al sentir mi tacto. Miró mis manos un momento.

-Estás fría. -una sonrisa triste se asomó a su boca-. ¿Crees que tu temperatura corporal también se deba a que estás viva de nuevo? ¿Como el color de tus ojos?

Suspiré aliviada al ver que apartó el tema de Mattew. Eso estaba muy bien, era mejor que no pensara en él. Me encogí de hombros ligeramente.

-La verdad no tengo idea. También trato de entenderlo.

Evan me miró pensativo, sus ojos entrecerrados fijos en los míos.

-Tal vez sean un símbolo o una prueba de que estuviste en el otro lado por un tiempo. -frunció la nariz y luego sonrió de lado-. Sea lo que sea, resulta bastante atractivo.

La chica debajo de la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora