Evan
Se estaba volviendo un beso profundo, intenso. Nuestros labios chocaban una y otra vez. Eran besos impacientes, desesperados. Eran besos imaginados mil veces.
Se adueñó de mis labios, hacia lo que quería conmigo sobre mi cama. Su cabello rojo parecía arder con el momento, no podía ver nada más a parte de sus ojos que brillaban, estaba adorablemente sonrojada. Me sentí más que afortunado. El placer de besarla era indescriptible.
-Evan. -exhaló mi nombre y me quebré.
Todo lo que pensaba era en sus labios. Oh, Healy. Debemos parar porque yo...
Pero no quería, no podía mantenerme fuerte y controlarme. De alguna forma, logró detonar las sensaciones en mi cuerpo. Acercó sus caderas a mí, y entonces, sólo entonces fui consciente de lo que estaba por suceder.
-No... -me besó-, quiero... -volvió a besarme-, ir tan...
-¿Qué sucede? -se detuvo a unos centímetros de mí, nuestras narices se tocaban-. ¿Por qué no dejas de balbucear?
-Estoy... -cerré los ojos, no podía decirle, me sentía un estúpido asqueroso. Estaba excitado, mucho.
-Oh. -susurró Healy, y luego se rió-. ¿Estás...?
-Sí, lo siento. -afirmé, con el calor en mi rostro.
-No lo sientas, está bien. -besó la punta de mi nariz y acarició mi pecho-. Me encanta saber que puedo ponerte en tan tremendo estado. -y me dio un beso sonoro en la mejilla.
-No es nada justo, ustedes pueden darse cuenta rápidamente cuando nos encontramos excitados, en cambio nosotros los hombres no podemos saberlo cuando ustedes lo están... maldición.
Healy estalló en carcajadas y yo no pude no reír como ella.
-¿No es más divertido así? -enarcó una ceja.
-Sólo a veces.
-Esta vez lo es. -guiñó un ojo y miró debajo de mi cintura.
Nos sentamos frente a frente, yo me cubrí con mi almohada, incómodo con el "asunto". Miré a Healy y pensé que debía verme igual: labios hinchados, mejillas rojas, cabello despeinado, ropa severamente arrugada. No podíamos bajar así, mamá haría un escándalo de los mil demonios. Pero no me importaría, porque nada podría arruinar este momento.
O eso creía.
Jane
Eran las de 10:30 de la noche y Luca y yo reíamos y bebíamos té sin parar. Me había llevado a un pequeño y pintoresco lugar, lleno de luces navideñas y caramelos, muy cerca del bosque. Manteníamos una charla irrelevante, y luego se volvía más profunda. Él parecía entenderme fácilmente.
-Puedo ayudarte. -dijo entusiasmado, después de contarle mis planes para seguir estudiando. Tuve que inventar una historia, una historia sobre mí. Le conté que había estudiado en casa la mitad de la secundaria y que ahora que me había independizado (la única explicación que encontré para decir por qué vivía sola) quería continuar en una escuela. Odiaba mentir, pero a veces la verdad no puede ser revelada. Luca definitivamente no estaba preparado para la verdad.
-Te lo agradecería mucho. Estudiar es lo único que puedo hacer bien. -la últimas palabras salieron en susurros de mi boca.
-Hagámoslo el lunes. -dijo Luca ignorando mi repentino cambio de humor-. Es el día en que los secretarios y rectores de la escuela trabajan más tiempo. Te ayudaré, lo prometo.