8: Máquina del tiempo

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Evan

Cuando desperté esta mañana fui consciente de que era lunes, mi despertador sonaba ruidosamente con la canción de "Resistence" de MUSE. Ya eran las nueve, y por más que corriera jamás llegaría a Algebra avanzada, así que decidí tomarme mi tiempo y arreglar mi estúpido cabello rebelde, estaba considerando seriamente el cortarlo todo, pero luego lo pensé mejor, había trabajado mucho en él para perderlo en un día.

Tomé una ducha rápida, desayuné cereal con mucha leche en un tiempo express, besé a mamá en la mejilla y tomé mi mochila con una mano y una manzana con la otra.

-¡Nos vemos en la tarde mamá! ¡Adiós papá! -me despedí y salí de casa corriendo.

-¡Conduce con cuidado, Evan! -escuché que mamá decía preocupada.

La entendía, debería parecer un loco porque estaba haciendo dos cosas a la vez para ahorrar tiempo. Tal vez mamá pensó que mientras manejaba también haría mi tarea y habría un grave accidente y después tendría a su hijo en el hospital. Mamá era así, preocupándose en extremo por todos excepto por ella. Lo que a mí me parecía molesto e ilógico. Debería cuidar de ella antes que de los demás.

***

Con la respiración acelerada y un vaso de café en la mano, logré llegar a la tercera clase del día: "Historia Universal". Genial, al menos Healy estaría cerca para despertarme si era necesario, el Sr. Lee tenía una voz muy pesada y lenta, por más que tratara no podía centrar mi atención en él y terminaba durmiendo en la mitad de la clase.

En cuanto entré, Healy levantó la cabeza y su rostro se iluminó. Lo sé Healy, a mí también me da gusto verte. Me senté junto a ella, dejé el café sobre la butaca y la abracé. Healy suspiró contra mi cuello y envió una corriente eléctrica por todo mi cuerpo, una corriente bastante agradable.

-Buenos días. -la saludé y sonreí de lado. En cambio, mi mejor amiga ocultó una sonrisa pero sus ojos verdes brillaban hermosos.

-Ya lo es. -dijo, y me guiñó un ojo.

-¿En serio? -pregunté, alzando las cejas-. ¿Desde cuándo? -y tomé un trago caliente y dulce de mi capucchino. Delicioso. Di traguitos más pequeños, y me pregunté por qué no había empezado a tomar café caliente desde antes, era increíblemente delicioso. Creo que Jane ya me lo había dicho, pero ella prefería el té.

-Desde que llegaste. -contestó Healy mirándome a los ojos de forma decidida. Me atraganté con mi café y comencé a toser ruidosamente-. ¡Evan! ¡Tranquilo!

Healy me daba palmaditas fuertes en la espalda y lentamente pude respirar mejor.

-¿Qué pasó? -preguntó confundida y preocupada. No dejaba de ser consciente de que su mano seguía deslizándose por mi espalda. Tragué saliva y miré mis rodillas de pronto nervioso.

-No es nada, creo que me exalté un poco. -la miré y sonreí tímidamente sólo para tranquilizarla.

-Ten más cuidado, me diste un buen susto. -sus ojos volaron hasta el vaso con la bebida humeante y frunció el ceño-. ¿Eso...? ¿Eso es café? ¿Caliente?

Y señalaba al vaso con un dedo acusador. Me encogí de hombros.

-Muy caliente... y delicioso. -asentí.

-Creí que no te gustaba el café caliente.

-Lo mismo creía yo hace unos días, pero luego Jane me hizo ver que estaba en un terrible error y supe que es delicioso. -me sorprendí a mi mismo sonriendo ante el recuerdo de Jane y yo en su cocina hablando de todo y nada a la vez.

La chica debajo de la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora