Evan
–¿Dónde está tu auto? –preguntó Healy con curiosidad.
Subimos al autobús y nos sentamos en la parte de atrás. Me tomó de la mano y puso su cabeza sobre mi hombro.
–Lo dejé en casa de Jane.
–Oh, ¿se averió?
–No.
–¿Te quedaste sin gasolina?
Una sonrisa divertida apareció en mi rostro.
–No.
Ella me miró a los ojos, reclamando saber la verdad.
–¿Qué le pasó?
–Al auto nada. –Enredé un mechón de su cabello en mi dedo índice–, pero a ella...
–¿Está bien? –la observé, pensé que parecía preocupada de verdad. Sí, pero no tanto como yo.
–No. –besé su frente. No quería preocuparla.
Me habría encantado decirle que sí, que Jane estaba perfectamente, que no estaba aterrorizado, que no me tenía miedo. Pero no tenía caso mentir, nadie tardaría mucho en darse cuenta.
Healy jugó con mis manos todo el camino hasta casa, diciendo alguna cosa de vez en cuando. Intentaba distraerme, apreciaba su intento, me hacía sentir bien.
***
Cuando llegamos a la casa de de los Harris me quedé frente a la puerta.
–¿Quieres entrar? –dijo sin soltar mi mano.
No contesté, me acerqué a ella despacio y sellé su boca con la mía. Se sorprendió al principio pero rápidamente me regresó el beso con más fuerza. La sujeté por las caderas y la presioné contra mi cuerpo. Era una sensación todavía nueva para mí, seguía acostumbrándome a ella, a sus labios ansiosos y exigentes, a sus manos juguetonas que tiraban de mi cabello, a la forma de su cuerpo que aún no sabía cómo encajar con el mío. Aprisionó mi cuello entre sus manos para acercarme más a ella, como si no tuviera suficiente de mí. No sé cómo logró abrir la puerta, pero la seguí al interior de la casa, noté que las luces estaban apagadas. Me empujó contra el sillón más largo y se colocó sobre mí sin dejar de mover sus labios sobre los míos. Intenté acomodarme pero no lograba hacer nada. La inquietud de estar en la sala de su casa no me dejaba concentrarme. Lo que menos quería era que alguno de sus padres me vieran así con ella...
–Espera.
Healy se detuvo en seco, demasiado agitada.
–¿Por qué siempre te detienes en la mejor parte?
Por alguna razón su comentario me hizo reír. Ella frunció el ceño, enojada.
–Es que...
–Tú no me deseas. –su voz triste me hizo estremecer.
–¿Qué? ¡No! No es eso. –hice algunos movimientos hasta que logré sentarme y coloqué a Healy en mis piernas–. Sabes bien que no es eso.
Me miró ceñuda un momento más antes de sonreír recordando la noche anterior en mi habitación y la vergonzosa reacción de mi cuerpo.
–Si es por el sillón, podemos subir a mi habitación y...
–No subiremos a tu habitación. Cielos Healy, ¿qué está pasando? ¿Por qué tengo la terrible sensación de que vas corriendo?
Su expresión me dijo que la había lastimado. Sus ojos se llenaron de lágrimas y un rubor avergonzado cubrió sus mejillas por completo. Se separó de mí y subió corriendo las escaleras hasta su habitación.