23: Desayunos y comida mexicana

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Jane

El silencio me despertó.

Y el frío.

Me retorcí bajo la colcha y busqué el cuerpo caliente de Megan. Estiré mi brazo pero no la sentí, me levanté sobre los codos para mirarla, pero no estaba.

–¿Megan? –la llamé–. ¿Estás aquí? –no tuve respuesta.

Mire la hora en mi celular.

–Maldición.

Eran casi las diez. Seguramente ya se había ido a la escuela. Ni siquiera la escuché marcharse. Me quité la pijama y me puse mi ropa, hice la cama y dejé todo lo que Megan me había prestado sobre ella. Cuando estaba por salir de la habitación me llegó un mensaje:

«Lamento no haber ido por ti como te dije anoche, se me hizo tarde. Pero si quieres nos vemos en tu casa. Espero tu respuesta. X»

Imaginé a Evan escondiendo el celular bajo el pupitre mientras escribía el texto.

Creí ilusamente que sería una mañana normal. Había pasado desapercibida para los padres de Megan durante la noche y ya nada podría salir mal.

Debí imaginarlo.

No los escuché hasta que ya estaba frente a ellos.

Tonta.

Ambos estaban sentados en el comedor, desayunando como la gente normal. Maldije a mi estómago por llevarme hasta allí. Me observaron con curiosidad, no parecían muy sorprendidos.

Aclaré mi garganta y respiré. No estaba lista para esto.

–Hum, buenos días. –mi voz sonó seca y casi gutural.

–Buenos días. –contestó la madre de Megan. Era tan guapa. Pensé que no parecía en absoluto una ama de casa sino una atractiva conductora de televisión, era la versión madura y sofisticada de su hija.

Su padre me miró con cautela, como si estuviera decidiendo si era alguien buena o mala. Al final me sonrió y sus angulosos rasgos se suavizaron.

–Pensamos que eras Megan. –dijo él y se puso de pie.

–Pensé que estaba sola. –contesté.

Ambos rieron.

–¿Quieres desayunar? –preguntó ella y bebió de su taza de lo que parecía, era café. Mi estómago rugió.

–Es que...

–Vamos, sabemos que tienes hambre. –me interrumpió el señor–. Además, ya llegaste tarde a clases. –me giñó un ojo.

No tenía pretextos buenos. Y realmente quería comer algo, ese era mi plan. No dije nada más y me senté junto a la madre y frente al padre. Miré la mesa, estaba repleta de comida, como un bufet.

–Bueno, esto es... raro, usualmente son primero las presentaciones y luego los desayunos. –dijo ella y me sonrió con complicidad–. Soy Matilde Brooks, y él, mi esposo Bernard Brooks. Encantados de conocerte.

–Mi nombre es Jane. –tragué saliva–. Jane Tanner.

–Supongo que eres amiga de Megan. –comentó el señor Brooks.

–Así es.

–Nuestra hija tiene montones de amigos, pero nunca había traído a ninguno a casa. –la señora Brooks se encogió de hombros–. Debes ser especial. ¿Quieres café?

–Sí, gracias.

–La señora Brooks presume de preparar el mejor café de Portland. Aquí entre nos, no es tan bueno, pero no se lo vayas a decir.

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2016 ⏰

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La chica debajo de la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora