Día Veinte. Empezar.

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El lugar no estaba tan mal, casi me creen, el lugar es una completa mierda, al menos las paredes son color pistache y no blancas como el antiguo Hospital.

No he visto a Caulder desde que llegué, según Andrew, él estaría aquí en el momento que supiera de mi llegada, no sé con qué facilidad y seguridad decía eso pero Andrew, a pesar de ser un loquero chismoso, es de fiar.

Aquí me trataban como persona, como hace mucho tiempo no me trataban.

Quisiera que él estuviera aquí, que me tratara como solía hacerlo, con cariño, adoración.

Con todo lo que se fue con él a tres metros bajo tierra.

A veces me pregunto qué mierda vio en mí, era solo una niña de catorce años sumamente crédula e inocente. No creo que todo lo que  me dijo fuera mentira.

¿A quién engaño? Era una vil y puerca mentira.

Ya lo dije así que hagan memoria.

Aun así él era mi vida entera, mis mejores momentos los pasé con él, en los malos, sabía que me entendía. Era mi vida entera y se fue.

Me puse en prisión por decisión propia desde el segundo día que llegué aquí, las enfermeras me dicen que salga a socializar, ¿por qué carajo no entienden que quiero follarme a alguien? De preferencia a Caulder. Aquí son demasiado santos y sonrisitas a cada segundo, es frustrante.

¿Cómo la gente de un psiquiátrico puede ser feliz?

Si yo estuviera aquí de enfermera me hubiera matado a los tres días.

El antiguo era mejor.

En fin. Hace veinte días que empecé con esto y me alucina lo maravillosamente bien que recuerdo todo. Algunas cosas las excluyo porque dolería demasiado escribirlas. Pero esto creo que es algo que puedo escribir sin que se me forme un nudo en la garganta y mucho menos estar ida en mis recuerdos como en los primeros días que llegué al antiguo hospital.

Ian Lancaster. Hablemos de él un poco más, ¿quieren? Me hace bien recordarlo, hay veces en que pienso que los buenos momentos fueron un sueño, quizá fue una hermosa pesadilla solamente, o un preámbulo feliz para un nudo de abuso y mares de llanto con un fatídico final en un psiquiátrico, como sea que fuere, me gustó vivir eso. Aunque por ello esté aquí encerrada.

Ian Lancaster, ¿qué podemos decir de él que no sepan ya?

En las noches después de que mi padre muriera, él dormía conmigo, a veces, se quedaba despierto para escuchar mis estupideces de adolescente, todo sin rechistar. Tácticas discretas.

Me hacía sentir tan bien. Segura. En casa. Feliz.

Solía contarme sobre su vida en casa, como era su hermano, su padre, hasta de Bizer, su perro. Sé que quería con locura a su hermano, sin embargo había ciertas ocasiones en que lo sacaba de quicio, una vez me dijo que podía llegar a ser muy celoso y posesivo, de su padre es otro cantar, era algo desapegado de ellos dos, Ian, como el mayor, se hacía cargo de su pequeño hermano , su padre en ocasiones cenaba con ellos y sin mucha importancia les preguntaba de su día y si necesitaban algo.

Nunca mencionó a mi madre hasta unos meses antes de la propuesta.

En mi vida escuché tanto odio y amor a la vez.

Él la odiaba pero sin embargo la quería, la amaba.

Yo misma la llegué a odiar.

No era justo que ellos no tuvieran su compañía.

Había sido tan zorra con ellos, los tuvo y los dejó con su padre, luego llegaba a casa toda alegre y transpirando amor a mí y a mi padre sin ninguna vergüenza, me abrazaba y me dormía por las noches, besaba y abrazaba a mi papá sin remordimientos, todo sin culpa.

O al menos yo era muy pequeña para notarlo, aunque se sabe que los niños leen muy bien esas cosas.

Definitivamente era muy tonta.

Me enamoré hasta el punto de la locura mi hermanastro.

Lo seguí e hice de mí lo que él quería.

Todo hasta el punto de encerrarme en este mugre hospital de mierda. Todo hasta el punto de creer que, en su hermano, encontraría dicha y felicidad.

Dicha y felicidad que terminó en sangre.

No sé en qué momento me volví tan inhumanamente ciega que logré a pensar que Ian en serio me quería y me amaba como él solía decir, que todas esas noches compartidas habían sido especiales para ambos, que todos los besos y caricias compartidas no eran solo dicha para mí.

No sé en qué momento me volví tan tonta como para creer que Ian era mío y que yo era suya.

La cosa era unilateral.

Yo era suya.

Él no era mío.

Ian Lancaster.

Lo amaré insondablemente hasta el final de los tiempos, podrían pasar un billón de años y mi lealtad hacia él seguiría intacta, mi amor sería solo suyo y mi adoración solo para él. Ni Caulder podría competir con eso.

Una vez le leí un pasaje de la Sagrada Escritura, le dije que era mi texto preferido de todos los tiempos. Se lo dediqué sin embargo él no sabía que lo hacía.

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia;

el amor no es jactancioso, no se envanece,

no hace nada indebido, no busca lo suyo,

no se irrita, no guarda rencor;

 no se goza de la injusticia,

 sino que se goza de la verdad.

 Todo lo sufre, todo lo cree,

 todo lo espera, todo lo soporta.

   El amor nunca deja de ser…

Todo lo sufre.

Todo lo soporta.

Bien dicen que hay dos grandes amores en toda tu vida.

Ian era el amor de mi vida.

Caulder… sí, lo he de querer pero es diferente.

Con él me entiendo completamente, tenemos conexión en todo contexto.

Me hace sentir tan bien pero no lo suficientemente bien como solo Ian podría hacerlo.

He quedado marcada de por vida por un hombre que no me valoró lo suficiente, por alguien que me dejó a la merced del mundo sin importarle mínimo como me vomitara de vuelta.

Me enamoré de alguien que debería haber odiado. De alguien que, de alguien que a su propio hermano mató por una obsesión.

Creo… creo que estoy empezando a recordar.

Los diarios si funcionan, gente.

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Hey My darling ♥

Aquí nuevo capitulo, espero les guste. Recibí una 'no amenaza' lo bueno es que cumplí el plazo y lo subí hoy. 

¿qué creen que pase en el próximo cap? El siguiente lo narrara Caulder.

Les amo ♥ (si quieren este cap dedicado, díganlo) 

Diario de Una Paciente de Psiquiatría.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora