Día A.

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Dormir con ella entre sus brazos era el mismo cielo, se sentía tan cálida y pequeña, tan frágil y suave pero a la vez tan fuerte y áspera, ella fue y será su todo.

Era la madrugada de un nuevo día, el día anterior fue su cumpleaños número 20, ¿cómo lo sabía? Podía entrar y salir de los archivos gracias a que era el supervisor del lugar. Sabía todo de ella y porqué se encontraba en ese lugar, sabía quién era el él que tanto mencionó en su llegada.

Cuando la vio por primera vez en brazos de su hermano supo que la quería a su lado tarde o temprano.

Levantándose cuidadosamente para no despertarla bajó de la cama a paso lento y precavido, busco los pantalones con la poca luz que se filtraba por las ventanas, su pie dio con ellos y se agachó por ellos. Su camiseta no estaba muy lejos de allí así que, después de ponerse los jeans se colocó la camiseta y fue hacia la puerta, la abrió lento y sin prisa.

El pasillo estaba oscuro pero no suponía inconveniente para él, se sabía el lugar como la palma de su mano, trabajar allí tanto tiempo dado que su padre lo obligó, hizo que le tomara cariño al lugar y que se aprendiera el más mínimo rincón del edificio.

Avanzó por el largo pasillo hasta llegar a la sala, siguió hasta llegar al pasillo donde estaban los gemelos más incestuosos del lugar, continuó caminando hasta estar en frente de la habitación, saco la llave de su bolsillo y se dispuso a entrar.

Por la tarde, en una de las cuantas veces que se fue de la habitación de Nikky, aprovechando que era lunes de joder a Amber y que podía entrar y salir de cualquier habitación a su antojo, entró en busca del peluche, no fue muy difícil hallarlo, había hurgado todo el cuarto mientras Tom y Kendall veían una forma de follarse a Amber sin que ésta gritara, se había dicho mentalmente que volvería por él en la noche; estaba en el mismo lugar que antes, detrás del ropero pegado con cinta en éste, lo tomo cuidadosamente despegándolo de allí. Los gemelos dormían profundamente gracias a los calmantes que ordenó que les dieran, justo como el que pidió que le otorgaran a Alice.

Sacó la mano con el peluche fuertemente agarrado, apresuró el paso hacia la puerta pasando por ella y cerrándola detrás de él, puso el seguro y marchó hacia la cocina a paso rápido, su sombra lo seguía a través de las paredes y del pasillo, al llegar a la cocina desierta y quitando el seguro de la puerta, fue directamente al cajón superior, justo arriba del trastero, ahí se encontraban las cosas con filo bajo llave, metió la mano en su bolsillo izquierdo sacando la llave y abrió el candado, el filo del cuchillo resplandecía con la poca luz que había, era perfecto, su altura lo ayudaba en estos momentos, lo sacó de su escondite con una sonrisa y cerró el candado de nuevo.

Con cuchillo en mano y el osito de peluche en uno de sus bolsillos, se dirigió hasta el final del cuarto de cocina cerrando todo tras de él. Su siguiente destino estaba en el tercer piso.

Los guardias no estaban, otra de las cosas que se había encargado de hacer fue esa, convencer a la directora fue cosa fácil, suspender la vigilancia solo por hoy, solo para deshacerse de un insecto inservible.

Paso escalón por escalón hasta llegar a la puerta que abría paso al tercer piso, un largo pasillo se encontraba detrás de esa puerta de acero, había 15 habitaciones, en la 8 estaba su querido bicho; abrió sin hacer mucho ruido aquella pesada puerta, tenía muy claro lo que haría; sabía que el calmante que le dieron a Alice la dormiría lo suficiente para trasladarla a su antigua habitación. Caminando a paso lento hasta una durmiente chica, la levantó en brazos lentamente con cuchillo en mano, dio vuelta hacia la entrada de la habitación y no se dio la molestia de cerrar la puerta.

No aceleraba el paso hasta su próximo sitio, quería que fuera lento, que los últimos minutos de vida de Alice fueran algo extensos.

Al llegar al antiguo cuarto de la castaña, la posó sin prisa en su cama, dio unos cuantos pasos hacia atrás, extendió el brazo hasta tomar la silla que estaba cerca de él, se sentó en ella observando impasible el momento que la chica empezara a moverse.

Diario de Una Paciente de Psiquiatría.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora