Día Cuatro. Confinamiento

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¿Saben lo  que es el confinamiento en este lugar de mierda? Espero que sí, si es que vas a leer esto espero que al menos tengas una neurona.

Todos y cada uno de los pacientes de aquí fuimos reubicados en esos jodidos cuartos feos, como todos, son grises, ultra pequeños, asquerosos y con puertas de metal con rendijas para vigilarte y una pequeña puerta para darnos comida, hay que ser rápido si le quieres ganar a las ratas.

¿Y todo esto por qué? Al parecer a una idiota se le ocurrió la gran idea de botar todos los medicamentos a la basura, primero se negó a tomarlos diciendo que la ponían peor y estupideces más, luego de eso todos los que están estables se le fueron encima  a la pobre enfermera y casi la asfixiaron, total, si uno lo hace, todos lo pagan, deberían ponerlo de eslogan, le queda completamente.

Lo único que se puede hacer en ese lugar es, crear juegos tontos y sin sentido o en mi caso sentarse en un esquina y mirar a la rejilla, así estuve por quién sabe cuántos minutos hasta que escuché como deslizaban un plato por el orificio de la puerta, no tenía hambre, no quería comer.

Solo quería dormir.

Lamentablemente no había un lugar cómodo para hacerlo.

En ese lugar de mierda había un retrete apestoso y ya. Si queríamos dormir lo haríamos como los perros, en el suelo y en bolita.

Nos daban una comida, que, doy mi pulmón a que era las sobras de lo que hicieron un día antes sino es que era sacada directamente de la basura.

Nos trataban como perros en los confinamientos.

Me chocaba cuando empezaban a gritar, a llorar, a berrear y golpear la puerta, ¡uno trata de dormir malditos inútiles!, no disfrutaba este confinamiento, ni los anteriores, no podía salir a joder a alguien, no me burlaba de nadie, solo éramos yo y mi mente.

Mi mente hija de puta que me traicionaba, o al menos eso decía mi psiquiatra.

Decidí tratar de dormir aun con el bullicio de los retardados a mí alrededor. Me acosté de lado y junté mis piernas a mi pecho para abrazarlas, empecé a tararear una canción que Lucy solía cantarme para dormir después de una larga jornada.

No tenía letra, solo una melodía, ella la silbaba… era buena en eso, parecía un canario, un dulce y rubio canario.

Y como siempre la canción surtió efecto todo sin que Lucy la cantara, me quedé dormida, un golpeteo me hizo despertar, estaba tumbada de lado en el suelo y me recarge con mis brazos, la puerta sonaba sin cesar, me paré completamente y me acerque a la puerta, me puse de puntitas para ver por la rendija.

Nada

Miré a los lados y no divisé nada, absolutamente nada.

De pronto una cara ensangrentada salió de quién sabe dónde, retrocedí por el susto, empezó a traspasar la rendija, la cara ya tenía un cuerpo, era de un apestoso verde, se acercaba lentamente a mí, yo retrocedía a cada avance de la figura, era asquerosa, su cara estaba deformada y llena de sangre, se veían cortes profundos dejando ver el musculo, llevaba una polera negra y desgastada, pantalones rotos y unas botas, las cuales, resonaban en la habitación cada que daba un paso, no lo quería cerca, fui retrocediendo hasta topar con pared, la figura detuvo su avance cuando me quedé completamente acorralada, alzó su brazo para tocarme, uñas llenas de lodo y amarillas tocaron mi mejilla, hice a un lado mi cara repleta de miedo y asco, arrastró sus uñas por mi mejilla bajando hasta el cuello arañándome en el proceso, siguió su camino hasta llegar al punto medio de mis clavículas, dirigió su otra mano hacia el mismo lugar y me tomó por el cuello con ambas.

Diario de Una Paciente de Psiquiatría.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora