Día Cinco. Jessy

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No recuerdo exactamente el día en que esto empezó, solo recuerdo los sentimientos, la ira, la desolación, la tristeza, el miedo, el odio, si me decidiera a revivir ese momento, todos esos sentimientos los viviría como la primera vez, cada uno de ellos son desagradables de muchos modos, todos y cada uno de ellos son odiados por mí, pero aparentemente desean seguir la frase, del odio al amor solo hay un paso, no los amaba tal cual, sin embargo me había acostumbrado a ellos, eran habituales, cotidianos, míos, supongo que si algún día no los sintiera me sentiría vacía.

Estoy vacía y ellos aún no se han ido.

No sé en qué momento comencé a vaciarme, tal vez fue cuando todo eso empezó, en el preciso instante que él decidió que tenía otros usos para mí. Lo que sea que haya sido, fuese él u otra cosa, todo eso me vació.

Que jodido tiempo filosófico, ni siquiera sé porque pienso en esa mierda, no tienes nada que hacer, estúpida, aún sigo ignorante de la reubicación de Frank, Tom y Kendall no le han hecho nada a la pequeña arpía y para acabarla, me tienen con un ojo encima, parece que no parpadean, si voy al baño tengo que ir acompañada, ya cambiaron a Roger, no he visto a Gorma, no ha pasado ABSOLUTAMENTE NADA, estoy pensando seriamente en romper ese espejo y cortarme por cada vez que repita: estoy aburrida, más de 90 cortes cada 15 minutos.

Nunca me he cortado, no voluntariamente, es algo estúpido, esa mierda de que te sientes mejor ¿qué? Payasadas sin sentido, te sientes mejor con otras cosas, pero bueno, ¿qué hacerle? El entretenimiento es subjetivo.

Estoy haciendo ese juego de nuevo, mirar el techo sin parpadear, no he salido de mi habitación en tres días, la nueva enfermera viene a darme el medicamento, ¿Qué si me lo tomo? Obvio, esas cosas me calman, son como marihuana, solía consumirla, un tipo me enseñó cómo hacerlo, como fumar sin ahogarme, era muy torpe al principio pero después era una jodida chimenea.

La nueva enfermera se llama Jessy, es linda, torpe y muy fácil de intimidar, el primer día que vino entró temblorosa, la pequeña charola se movía por el temblor que ocasionaban sus manos, me tendió los medicamentos estirando lo más que pudo el brazo, lo mismo pasó con el vaso de agua. Yo solo la miraba sin hacer movimiento alguno.

Como todo eso lo hacía más lento que un caracol me di el placer de observarla, la chica era linda, su pelo era negro, a pesar de que estaba sujeto en un moño se veía que era suave y hermoso, sus ojos marrones resaltaban más por el pequeño toque de delineador que se dio, sus pestañas eran largas maldita envidia, y sus labios rosados, rosa natural, sin labial ni nada encima, una verdadera preciosura.

Salió emperifollada una vez que terminó de atenderme.

Hoy quería hacer algo, no, no era follar, ni siquiera quería molestar, quería dormir. Me paré de mi cama, al dar el paso todo en mi alrededor cambió, ya no eran paredes blancas, mi cama no estaba y el jodido espejo se había ido de su lugar, lo vi a él, últimamente lo veo demasiado…

—Nicole— esa dulce voz, a veces, cuando me hablaba de esa forma parecía que me amaba, que me adoraba. Pero de parecer no pasaba.

Le veía tan claramente, traía ese atuendo que tanto me gustaba, digno de alguien importante, un traje completamente negro, el saco lo traía abierto dejando ver una camisa de igual color, la corbata blanca le quedaba de maravilla, el pantalón y sus zapatos de vestir igual de oscuros, se veía guapísimo. Me observaba, ese tipo de mirada que creía que si seguía mirándome de esa forma me haría un agujero en todas las partes donde sus pupilas se detuvieran. Sonrió de lado, avanzó un paso, yo estaba clavada, helada en el suelo, no podía moverme. De pronto él estaba más cerca de mí, olía su exquisita colonia, el calor de su cuerpo llegaba a mí.

Diario de Una Paciente de Psiquiatría.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora