Día Dos. Habitación 24

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Debería hacer una bitácora o algún diario.

Sería realmente motivador para los futuros pacientes leerlo. Patético.

Estoy viendo directamente al techo, sin parpadear, son esos pequeños juegos que tienes que hacer en un lugar como este aunque con eso parezcas más loco de lo que estás.

Estos últimos tres días habían sido una locura, pequeña broma. Lilly había tenido un episodio, fue genial, la pobre Sam, su enfermera en turno, salió lastimada, creo que Lilly al quitársela de encima la golpeó fuertemente en la nariz, tiene fuerza la loquita. No pude quedarme a ver todo el show, pues un tipo me metió a mí cuarto, me estaba riendo como una loca, otra pequeña broma, era gracioso ver como la pequeña Lilly arañaba y luchaba contra una escuálida Sam.

Todos salieron al escuchar los gritos, hasta Franky que es el más anti social.

Cosas como esa no se las perdía por nada. Era lo único divertido que pasaba allí.

También cuando un empleado se metía en problemas. Cosa que solo pasaba cuando yo hacía algo, nadie aquí se metía con un asalariado. Ja.

Después de controlar a la fiera, todo volvió a la normalidad.

Estuve en mi cuarto blanco hasta la hora de la cena, ¿o fue almuerzo? El punto es que salí.

Y hoy me encontraba aquí, mirando fijamente el techo sin parpadear, el silencio era ensordecedor, no me gustaba, nunca me había gustado, el silencio era mi ruido. Y el ruido mi silencio.

Enredado, sí, sin embargo para una persona como yo, así eran las cosas.

En estos dos días no moleste a Roger, no tenía ganas y con ganas me refiero a ganas, sexo, fornicar, follar, coger, echar un polvo, cómo le quieras llamar.

El tipo solo me miraba con añoranza cada que me dirigía a las duchas pero pasaba de él, quería ducharme simplemente, luego de ese día, solo iba a lo que se necesitaba. Una larga ducha. Limpiarme para el siguiente. Eso solía decirme él

Y como buena discípula, fuera el lugar que fuera, aun si estaba lejos de él, seguía ese mandato. Buena chica, Nicole. Seguramente estaría orgulloso.

Escuché como tocaban mi puerta, aquí las enfermeras solo entraban como Juan por su casa y ya.

Tengo visitas.

Me levante con parsimonia, no sé quién tenía el valor de visitarme, ellos siempre terminaban llorando. Tomé el pomo, estaba indecisa, ¿tenía ganas de ver a alguien?...Solo abre la puta puerta.

Abrí.

Lento y sin prisa.

¿Y esta linda criatura quién es?

Era una linda chica de pelo castaño, rizado por las puntas y oh miren tenía un oso de peluche fijado firmemente contra ella, me miraba temerosa, ¿para qué mierda vino si tenía miedo? Le sonreí lo más dulce que pude, ella escaneaba mi rostro, la chica a lo mucho tendría 14 años, era una verdadera belleza.

¿Por qué alguien dejaría a una bella criatura en un infierno lleno de paredes blancas?

—Hola— oh hablaba como se veía, dulce, bello y débil. Jugó con sus pies dando vueltas, se quitó un poco de pelo y se lo acomodó detrás de la oreja. Fijo la vista en mí y vi porque estaba aquí.

Podría verse dulce pero en su mirada pasaban mil y un demonios diferentes.

Doy mi riñón a que la chica tenía desorden de personalidad.

Diario de Una Paciente de Psiquiatría.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora