Día Once. 20

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Hoy es mi cumpleaños, como buena mujer no diré mi edad, ¿se imaginan que esto lo esté contando una vieja con arrugas? Sería épico y perturbador.

Recuerdo mi primer cumpleaños con él, no fue tan salido de lo normal pero sí especial, al menos para mí, cumplía 15 años, 15 primaveras.

Si alguien me hubiera dicho en aquel entonces que estaría aquí relatando toda mi basura no le hubiese creído, ni un poco, nada, como dije, él solía tratarme tan bien, era su muñequita, me traía de aquí a allá y eso me encantaba, ese día no fue diferente a los demás, en cambio, desde muy temprano me llevó a ver el amanecer, ¿cursi, cierto? Pero así de encantador era, así de atento fue.

El día fue perfecto, a los 15 años fue cuando él, por fin, después de tanto esperar… primera vez, fue alucinantemente perfecta. Me trató como siempre, con cuidado y con mucha calma, no quería que nada doliera ni incomodara. Quería que me sintiera especial, querida, adorada. Y así fue justo como me sentí, fue la primera vez más perfecta en la historia, vinieron muchas después de esa, todas con su toque de perfección y dulzura. Un buen cumpleaños y muy buenas primeras veces.

Mi cumpleaños fue 5 días antes de que mataran a mi padre, toda esa perfección de días atrás se fue a la mierda en segundos, calma antes de la tormenta, y vaya tormenta.

Ian me ayudó, me sostuvo, me cubrió de esa tormenta y me guio a otro camino que no fuera el borde del abismo, al que sin duda hubiese caído sin él a mi lado.

El primer año después de eso fue hermoso, mis dulces 16 si fueron dulces.

Lo peor fue a los 17, 17 inviernos, nos vimos tan apretados en gastos y deudas que no tuve opción que aceptar su propuesta. ¿Ya les dije de qué iba, no? Hagan memoria. Dama de compañía, eso no era un problema, los hombres me respetaban bajo la amenaza de Ian, si alguien me hacía algo que no iba con el trato, bueno, se las veía con él. Me protegía demasiado.

Tanto es la avaricia del hombre que, al ver que dejaba mucho dinero, empezaron a incrementar mis usos, así hasta que llegué al nivel de la prostitución. Proxeneta, ¿recuerdan?

Era tan tonta que le deje, estaba tan enamorada y cegada por la mierda llamada amor que dejé que hiciera conmigo lo que quería.

Dejé que me dejara usar por muchos hombres, a veces 15 en su solo día.

Dejé que él permitiera que me usaran como poca cosa.

Dejé que hiciera conmigo una bola de papel, que la usara hasta más no poder, que cubriera todos los espacios en blanco y las esquinas, y cuando vio que no podía usarme más, me aventó contra la pared.

Al pasar el tiempo los hombres eran más y no se preocupaba si me pegaban o me forzaran a cosas que no quería, incluso muchos llegaban de la nada a violarme. No se preocupaba si Eliza se las traía conmigo y me dejaba sin comer, no se preocupaba si me dejaban encerrada sin justificación solo porque a Lola se le antojaba, no se preocupaba si me estaba muriendo por dentro al sentirme tan sola y abandonada. Mucho menos el hecho de que aún en el mismo sitio, no le pudiera ver ni un momento.

Dejé de ser su muñequita a ser una inservible muñeca de trapo, vieja y descocida.

Sin valor.

Rota.

Mal usada.

Y sin vida.

Por eso no es motivo de júbilo estar cumpliendo años, excepto por Caulder, ha venido a dejarme un buen desayuno, anoche durmió conmigo, no señoritas, no hicimos nada ayer, sí, también me decepcioné, y hasta ahora todo ha ido bien, me ha tratado como una reina y yo me dejo ser. Me besa de forma tan especial, tenemos sexo de una manera tan alucinante y perfecta que cada día va para mejor.

Desagraciadamente eso no me hace ni cosquillas, él siempre me trata bien, siempre busca mi comodidad, en estas últimas dos semanas me ha traído buena comida, duerme más conmigo, me trata hermosamente y yo…

El órgano late con más fuerza que nunca.

No creí que pudiera hacerlo, lo daba por muerto desde hace mucho tiempo, pensé que estaba en pedazos y que todos esos pedazos estaban cubiertos de hierro, pesados, no se doblaban ante la mínima muestra de afecto.

No sentía nada.

Ahora viene este y el hierro se funde y los pedazos se juntan, no sé cómo lo hace, no sé por qué le dejo hacerlo, no, más bien, no sé porque no me opongo a que lo haga.

¿Tan sola me siento que le permito hacerme esto?

No me quejo, no me molesta, y eso lo que más odio.

Odio que él pueda hacerme sentirme frágil.

Odio que ese corazón lata con mucha fuerza al verlo o sentirlo cerca.

Odio que con cada maldito día parezca que le necesito más.

Pero odio más el hecho, de que cuando él decida dejarme a un lado, ese órgano en construcción no llegue a completarse y se rompa antes de siquiera construir los cimientos.

Tiene completo poder sobre mí, igual o más que el que Ian tenía.

Y no sé qué es peor.

El hecho de que tal vez sea más fuerte y me sucumba en el dolor si él me deja tirada.

O el hecho de tener 20 años y estar en un psiquiátrico sin esperanzas de salir sin saber siquiera porque mierda estoy aquí.

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Capítulo dedicado a mi querida Yesy, siempre andas buscando más de esta historia y bueh, este cap apenas o terminé, solo para ti ♥ ¿qué tal?

¿Les gustó?

En el próximo pasara algo... inesperado, tal vez.

L@s quiero ♥

Diario de Una Paciente de Psiquiatría.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora