Día Ocho. Pasado.

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Me encanta el sonido del silencio, pero me gustaban más tus órdenes, tus palabras, todo lo que solías decirme antes de que cambiaras tan radicalmente, el que solías ser antes.

Caulder está haciendo un buen trabajo cuidándome, ayer en la noche vino a… relajarme, lo hizo tan bien, creo que era madrugada, estaba acostada a lo largo de mi cama, en la oscuridad todo parece más doloroso, los recuerdos siempre vuelven en la noche.

Escuché como unas llaves abrían mi puerta, el tintineo de ellas al incrustarse y girar por el picaporte me pusieron alerta, me recargo en mis codos para ver que entrara por la allí, se abre lentamente, esas jodidas puertas rechinan, la figura entra cerrando la puerta tras de sí, es alto, no hay mucha oscuridad cubriendo el cuarto así que distingo dos cosas, las llaves que cuelgan de su mano y su delgadez.

—Nicole, espero que estés despierta— anuncia una voz ronca.

La reconozco como la de Caulder, camina hacia la cama con paso lento, para cuando está en la orilla de mi cama comienzo a gatear hacia él, distingo como toma asiento en el filo de la cama, mi mano da con la de él en el colchón, me aproximó más, mi pecho da con su brazo, él está sentado de frente, subo mi mano por su brazo, a pesar de su delgada complexión sus brazos son duros, fuertes. Justo como me gustan.

— ¿No puedes dormir?— me pregunta con dulzura, siento su mano acariciar mi mejilla.

—No— y de nuevo ahí está, esa maldita vulnerabilidad, no sé por qué él me hace sentir así, débil, frágil, necesitada de cuidado, pero ya era hora, podría ser una perra.

Pero las perras necesitan un dueño que las cuide.

—Acuéstate, te ayudaré a dormir— anuncia suavemente, se pone de pie y yo me inclino hacia atrás, toma mi hombros y avanza hacia mí, como puedo gateo de reversa, me tumba a lo largo de la cama y por arte de magia mi respiración se vuelve pesada, irregular, apoya un brazo al lado de mi cabeza y baja a mi boca, lame mi labio inferior y gimo, soy infierno puro, posiciona su otro brazo y una pierna a cada lado de las mías, está a cuatro patas sobre mí, baja de nuevo a mi boca y lame, jadeo, muerde mi labio inferior y jadeo más.

Mordida.

Jadeo.

Humedad.

Siento como su mano baja lentamente por mi seno izquierdo, pasa por mi vientre y para en el borde de mis pantalones holgados, nunca dejando de morder y lamer, y yo nunca dejando de jadear, comienza a acariciar esa parte, mete la puta mano joder, tengo mi boca entre abierta, su lengua alcanza a meterse un poco entre lametones, su mano pasa el elástico de los pantalones ¡por fin! Se mete por debajo de mis bragas y llega a ese punto, con la punta de sus dedos lo acaricia, son leves pasadas pero a mí me vuelven loca, su lengua se mete de golpe, casi la siento en mi garganta, comienza a besar salvajemente, quiero seguir el ritmo pero algo me dice que me tengo que dejar ser, flojita y cooperando, Nikky, su mano cubre mi sexo, baja hasta mi entrada y siento como empieza a introducir un dedo, quiero abrir más las piernas pero no me deja.

Su lengua acorrala la mía en algún rincón de mi boca, apenas y puedo hacer contacto con la suya, me gusta estar así porque de alguna u otra forma sé que le puedo confiar mi cuerpo. Sé que no hará nada que no me guste, que no me sobajara como luego él lo hacía.

Otro intruso se introduce y jadeo, su boca lo amortigua, eso y los gemidos que vienen, su lengua no deja la mía, no ha tomado aire y la verdad es que no creo que le falte, ni a mí.

Los intrusos se deslizan lentamente pero de forma certera, entran hasta el fondo, se abren y salen, es un delicioso martirio, su lengua por fin deja que la mía coopere y un baile húmedo comienza, no tanto por el de mi boca sino por el que hay en el sur, flexiono mis piernas y trato de abrirlas en el momento que se mete un tercero, en la oscuridad se escuchan mis gemidos y el sonido resbaladizo de su mano dentro de mi sexo, sí señores, así de mojada estoy, al cuarto pienso que voy a morir, por fin se separa de mí, roza su nariz con la mía y se pone a mi lado, sus dedos salen por completo de mí pero su mano se queda dentro de las bragas, pasa su brazo izquierdo por debajo de mi cabeza y me acerca hacia él, se inclina un poco a mí y me baja los pantalones, yo como puedo los bajo aún más, volteo hacia él y siento su respiración, para mi sorpresa es calmada, se recuesta, me alza la pierna derecha y la pone sobre él.

Diario de Una Paciente de Psiquiatría.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora