Capítulo 22

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Caminé un buen rato sin rumbo, no podía pensar en lo que tenía por delante, se había complicado todo de un día para otro, no me dejaban volver a casa tranquila, ahora se supone que tengo que poner a dormir al único chico que me aceptó dentro de toda esta locura. Suspiré resignada, algo tenía que hacer, partiendo por una explicación a mi pierna, dolía un carajo ahora que sentía que los sedantes terminaban su efecto, ni siquiera en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo había salido así con tanto dolor. Pensé de camino a casa en escribir unas cuantas cosas en mi diario, hace mucho tiempo lo había dejado sin una actualización de mi vida, me imaginaba que si fuese una persona, ya pensaría que estoy muerta o algo, solté una risa ante tal cosa, así como lo creía de un libro, creía que mi propia familia tenía esa idea, de que yo ya estaba 3 metros bajo tierra, o en el mar, o en alguna parte, después de todo, fui la rebelde siempre. 

Entre tantas vueltas que di, llegué a casa sin saber como, estaba el auto de Jeff estacionado afuera y podía sentir los ladridos de un cachorro adentro de la casa, seguramente era Galleta, Sam debió ver la nota y se comunicó con Jeff para saber que pasaba realmente. Para ser sincera no tenía una excusa para mi pierna y tampoco para el hecho de haber salido, así que solo avancé y les hice frente. 

-¿Esperaban por mi? -dije con una especie de risa nerviosa, sabía que el interrogatorio vendría pronto, la postura de Jeff me lo indicaba. 

-¿Por qué saliste así nada más? Le dije a Sam que viniera para que no estuvieses sola y me encuentro con la sorpresa de que ni ella te encuentra. 

-Pareces mi padre Jeffrey -mi voz era un poco más dura, odiaba que me regañaran, era lo suficientemente adulta para hacer las cosas que me permitía- solo salí por unos asuntos, ya estoy en casa, no tienes que preocuparte demasiado. 

-Jeff, tranquilo, quizás fue mi culpa, no sabía que hacer y por eso te llamé, no seas duro con ella -se disculpó Sam avergonzada, aquella chica no cambiaba.

-Bien, pero que no...-paró en seco sus palabras para dirigir su mirada hacia mi pierna, como tenía esa manía de ser un científico loco, notó de inmediato que había pasado, pero no dijo nada, solo me retó con la mirada. 

-Tenemos que hablar...cuando tengas tiempo -mencioné mientras me abría paso entre ellos- estoy algo cansada, puedes volver a tus quehaceres Jeff, esta vez si me quedaré aquí con Sam. 

No obtuve respuesta, solo vi que salió ofuscado de la casa, no tenía remedio, ni que él pudiese parar este juego en el que caí. Miré algo suplicante a Sam, ella asintió de inmediato, era bueno saber que todavía podíamos comunicarnos con solo una mirada. Subí a mi habitación para allí encerrada, revisarme la herida de bala, dolía cada vez más, pero no podía dar indicios de que había pasado con ella aquí, eso seguramente la alteraría. 

Hice un vendaje improvisado para detener la sangre que empezaba a salir nuevamente, me recosté en mi cama y saqué de entre unas cosas que había debajo de ella, el diario que me había acompañado en toda esta travesía, al lado de este estaba la caja con mis juguetes, dagas con una vida útil desgastada, químicos mezclados correctamente para formar un anestésico muy potente y demás. Había olvidado lo emocionante que se sentía llegar un día con una mancha nueva para este preciado libro, pasé sus páginas con nostalgia, ahora que lo pensaba, mucha gente había perecido por mis manos, mis astutos planes y demás, y aun así, maldita sea, no tenía el dinero suficiente para esa operación, me molestaba terriblemente, pero tenía un trabajo más, uno que me daría la libertad y el poder de volver, la decisión de poder salvar una vida después de haber arrebatado muchas. Esta era mi oportunidad. Empecé a escribir.

"Día ??. Querido diario...Jeffrey Duque...Tuya, Alex." 


Mi diario manchado en sangreWhere stories live. Discover now