Capítulo 11

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El amanecer había llegado a mi ventana. A pesar de ser las 6:00 am de la mañana ya habían unas leves luces que me indican que el sol pronto haría su aparición completa. Salté de la cama y me vestí, me asomé a la ventana y como el jefe me había dicho, a primera hora de la mañana había un coche con 4 hombres vestidos de negro afuera esperándome. Quizás cuantos más habían adentro del auto. Me apresuré, tomé la mochila con todas mis cosas y dejé una nota en la mesa: "No me esperes, esta vez llegaré tarde. A" lo único que ponía en aquella carta para el único chico que me había importado. Se me hacía raro que no volviera el día anterior, solo me dijo que tenía cosas que hacer con su padre, pero ni una llamada he recibido, solo espero que esté bien. 

Dejé que mis ideas se detuvieran y luego salí de la casa para subirme a aquel extraño auto con aquellas extrañas personas que en mi vida había visto, solo me dijeron que venían de parte de "el jefe" y con eso ya me quedaba más que claro cual era su procedencia. 

Eran 10 hombres por lo que pude contar dentro del auto, ¡10! no sé como podíamos entrar todos ahí. El que iba manejando era alto, él fue quién me habló, era de tez blanca, cabello negro, hombros anchos, actitud de pocos amigos, aunque, cuando me vio fue todo lo contrario, incluso tartamudeó al darme las instrucciones. Se llamaba David, él iba a ser el encargado de transportarnos a nuestro destino, los demás me acompañarían pero solo hasta cierto punto. 

-Y dime -empecé a hablarle ya que el ambiente estaba como para cortarlo con tijeras- ¿trabajas hace mucho en esto, o solo te contrataron para ser el chófer?

-En realidad señorita Alexandra -me dijo algo nervioso- llevo un par de años en esto pero me había retirado, hasta hace unas horas que volvieron a contactarme para incluirme en su misión. 

-No seas tan formal, solo llámame Alex -le sonreí lo que provocó su nerviosismo.

-¡Hey! ya deja de ponerte nervioso niño bonito, o no llegaremos nunca -le reclamó otro tipo, por su apariencia era mayor que él, no supe su nombre, no fue tan amable para decírmelo- tenemos que llegar lo antes posible al límite entre Chile y Perú, allí, hay un puesto de vigilancia, que no es de las autoridades, está regido por los guardaespaldas de este insecto, sinceramente, no sé como piensas entrar ahí niña. 

Su actitud no me gustó para nada, ¡Menos cuando me nombró niña! si lo fuera no estaría aquí. En fin, el viaje fue más o menos largo, desde la ciudad de Arica hacia el paso fronterizo abarcaba unos 57 kilómetros que no disfruté para nada porque me puse a dormir. Al cabo de un par de horas David me despertó amablemente, eran las 12:30 de la tarde y estábamos en un restaurante, por lo que me dijo todos querían comer, nos faltaban aun 5 kilómetros para llegar. 

-Vayan ustedes a comer, debo prepararme para cuando lleguemos, la verdad es que no he pensado en como entrar -me había abrumado de nuevo.

-Tienes que estar tranquila Alex, sé que podrás encontrar la manera -me sonrió con tantas ansias que quise creerle, pero solo le devolví la sonrisa. 

Los chicos habían guardado unos sándwich para mi y un poco de whisky para beber, aunque era muy temprano para pensar en emborracharme, luego seguimos nuestro curso en silencio. 

Siendo las 4:00 pm de la tarde llegamos a lo que era la base de este narcotraficante, la vimos desde lejos, por lo que nos apresuramos en esconder el auto y luego bajar. Efectivamente había todo un sistema de seguridad por el cual debía entrar, lo difícil iba a ser como lo haría.

-No será fácil niñita -me volvió a decir aquel hombre desagradable- deberías ir con tus cosas a casa..-lo interrumpí.

-¿Ahora que ya estamos aquí? No juegues conmigo -fui a la maleta a sacar la mochila donde traía todo- ya me trajeron, les agradecería que se retiraran, puedo hacer esto sola.

-Por lo que nos dijo "el jefe"-empezó de nuevo a decir este grandulón acercándose- teníamos que traerte y luego de que terminara todo llevarte de vuelta con él. Los rumores eran ciertos, si eres su perra favori...-no siguió porque mi ira era tanta que no dudé en asestarle un golpe en la entrepierna para rápidamente levantar un poco mi antebrazo haciendo que la pistola de bolsillo saliera dándole un tiro en el brazo. Cayó retorciéndose al suelo, todos habían sacado sus armas. 

-Que les quede claro una cosa -empecé a decir alzando la voz y cargando la calibre 25- no se metan conmigo, ya que puedo ser tan perra como ustedes piensan y volver con su auto a la ciudad dejando sus cuerpos sin una gota de sangre aquí tirados en el desierto, ¿¡lo entendieron!? 

                                                                                               

Mi diario manchado en sangreWhere stories live. Discover now