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-No, no puedo llamar a Jisung -gruñó rodando los ojos y agarrándose la cabeza con las manos- no he hablado con él hace días, de verdad no sé si viene a trabajar hoy o si se retrasó.

Chan alzó una ceja captando el problema.

-¿Pasa algo entre ustedes? -bajó el volumen de su voz, dejando el celular de lado y colocándole atención a Lee- escucha, no me rujas por pedirte un favor que involucra a Han, no es mi culpa que hayan estado pegados como chicle desde que lo contraté.

-Bueno, ya no más -cortó cabreado, el tema le revolvía el estómago trayéndole recuerdos horrorosos- tienes su número, simplemente márcale y pregúntale.

Su cerebro no dejaba de repetir la discusión que habían compartido hace casi semana y media, en donde con dificultad y por mensaje acordaron finalmente conservar su amistad a pesar de todo, pero dicha promesa no pasaba más allá de oraciones vacías en la pantalla de sus celulares, puesto que apenas cruzaban palabra y al encontrarse sus ojos hacían de todo menos conectar.

Minho suspiró sentándose en uno de los taburetes, odiaba querer algo y no poder obtenerlo, le fastidiaban las ganas que tenía de estrechar a Jisung entre sus brazos y mandar todo a la mierda, pero le agobiaba más imaginarse haciéndole daño.

Se inclinó sobre la barra cerrando los ojos, la silueta de Jisung entrando en el lugar con prisa le obligó a voltear la cabeza para evitarlo, repentinamente recordando el porqué de su actitud, el porqué de su tozudez.

2 años antes.

-Mírame -pidió desafiante, con una sonrisa pícara en el rostro, sabía que el menor no podría resistirse, se le notaba a kilómetros de distancia- vamos, mírame un segundo no voy a morderte.

Minho entrecerró los ojos observándolo con falsa molestia, la voz tierna y la manera tan sutil que tenía de tocarle las manos le volvían loco, el joven era como un caramelo de fresa, dulce y empalagoso, adictivo y exquisito.

-¿Vas a decirme que te pasó en el labio? ¿Por qué tienes un golpe? -insistió poniéndose serio y cruzándose de brazos, apartándose un poco y recostando la espalda en el sofá.

-Sólo si me besas -susurró- un beso tuyo me curaría por completo, un beso tuyo es mi medicina -recitó acercándose sin vergüenza y colocando nervioso al pelinegro- me gustas mucho.

Sin esperar una respuesta que de antemano sabía era correspondida lo besó, con fuerza y lentitud, tomándolo del cuello con ambas manos y deleitándose con el calor corporal del contrario. Lee Minho era un chico tres años más joven que él, compartían piso hace bastante y a pesar de ser fiel a las mascotas caninas, en cuanto conoció a su compañero no pudo evitar enamorarse de los gatos, aunque tampoco detuvo a su corazón, llegando así a enamorarse también del dueño.

-Estás haciéndolo a propósito para no decirme... Taehyung... -entre jadeos intentó mantener su postura firme, el ojo morado de Kim y su labio roto le preocupaban en sobremanera, pero como cada vez que llegaba magullado, el escurridizo evitaba a toda costa una explicación, restándole importancia y distrayéndolo con besos y palabras lindas- bebé...

-¿Cómo esperas que pare si me dices bebé? -guiñó un ojo robándole un último beso, sintiéndose a gusto entre los brazos suaves de Minho, quien lo estrechaba con vigor, clavándole los dedos en la cadera.

Así era la dinámica entre ellos, hace ya varios días que el rostro de Taehyung presentaba marcas de golpes y evidentes rasguños, pero con toda seguridad y templanza el mayor lo atribuía a sus recientes clases de boxeo, las cuales a ojos de Minho lucían como una vil y tonta excusa, pues a Kim jamás le había gustado dicho deporte, es más, cada vez que el bailarín lo practicaba se quejaba de lo violento y sin sentido que era, pidiéndole que no se lastimara y que por favor volviera pronto de su entrenamiento, porque prefería tenerlo en una pieza a machucado por todos lados.

GLASS | minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora