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El ruido de los autos y de la multitud lograba distraerlo, pero solo en un cincuenta por ciento o incluso menos, pues toda su atención estaba en llegar rápidamente al departamento de Minho.

No había podido dormir y las marcas oscuras alrededor de sus ojos lo demostraban, la incertidumbre y el mal presentimiento que crecía como la mala hierba en su pecho estaban estresando su cerebro lenta pero irremediablemente, Jisung sabía que su padre era un hombre decidido y que si algo se interponía entre él y sus objetivos, sin dudas era capaz de derribar un muro de concreto con la fuerza de tan sólo uno de sus dedos.

Maldición, su pecho picaba y le dolían los pies, la carrera que sin darse cuenta había protagonizado le pasaba la cuenta a su estado físico, pero la principal prioridad en ese momento era asegurarse de que Minho estuviera bien y lejos de su progenitor o de alguno de sus hombres, poco le interesaba tener taquicardia, su respiración y latidos ya volverían a la normalidad una vez que lo viera con sus propios ojos y lo tocara con sus manos, asegurándose de su integridad.

Cuando por fin llegó se apresuró a subir las escaleras, el conserje alcanzó a verlo de reojo y por suerte lo conocía bien, así que simplemente lo dejó entrar sin más problema.

Por cada peldaño su cabeza se inventaba un nuevo escenario trágico y la ansiedad de proteger al pelinegro estaba matándolo.

-¡Minho! -tocó la madera con ambas manos, repetidas veces y dejándose la vida en cada golpe- ¡Abre la puerta!

Respiró profundo tratando de calmarse, pero era inviable, más aún escuchando los pasos del bailarín acercándose desde adentro.

-¿Has recibido llamadas de algún número desconocido? -preguntó agitado y pasando por su lado, sin mirarlo a la cara, completamente inmerso en su preocupación, dirigiéndose en línea recta hasta la ventana- no contestes y no abras la puerta a nadie que no sea yo -exigió cerrando las cortinas y asegurándose de también apagar la televisión- Minho, mi padre lo sabe todo, me vio las marcas en el cuello ayer y tengo miedo en serio, no sé de qué es capaz...

Su voz se cortó en el momento justo en que se volteó y lo miró a los ojos, las palabras dejaron de tener sentido en el instante en que pudo ver su rostro magullado, lleno de golpes y sangre seca.

Su mundo se detuvo, quiso desviar la vista pero eso solamente lo empeoró, pues el desastre que había en el piso, con platos rotos y las sillas volcadas evidenciaba que los hombres bajo las órdenes de su padre ya habían estado allí. En menos de dos segundos ya se encontraba llorando.

La fuerza del primer sollozo fue inmensurable, el dolor que subió desde su estómago hasta su garganta casi lo derriba obligándolo a doblar su abdomen, necesitaba estabilizarse pero con las piernas temblando de la impresión y los ojos nublados se le hacía imposible. Su padre había hecho lo que tanto temía, había lastimado a Minho sin piedad por su culpa y ahora las consecuencias serían irremediables.

-Lo siento -susurró agachando la cabeza y cubriéndose la boca con las manos- lo siento tanto, perdóname por favor -rogó con la voz quebrada, tocando el suelo con ambas rodillas- yo no quería que esto pasara.

Minho se mantuvo en silencio, aún podía sentir punzadas calientes y tortuosas en los lugares de su cuerpo que habían sido golpeados, apenas podía abrir el ojo izquierdo y podría jurar que si se movía demasiado se desarmaría en pedazos, no obstante tuvo que hacerlo, tuvo que agacharse y colocarse de cuclillas para así estrechar a Jisung entre sus brazos, nada de eso era su culpa, nada de lo que pudiese suceder tenía que ver con la intención del menor y Minho lo sabía de sobra, pero las consecuencias de sus actos tenían repercusiones graves.

-No es tu culpa, no me pidas perdón -susurró acariciándole el cabello- él es el único culpable Jisung, por favor no creas que esto es por nosotros, no hemos hecho nada malo.

GLASS | minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora