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-¡Jisung! -exclamó susurrando mientras le quitaba las frazadas de encima- ¡Levántate vas a llegar tarde!

Apenas había pegado los párpados cuando su alarma sonó, ni siquiera pudo sentir su cuerpo relajarse y el molesto ruido le perforó los tímpanos recordándole que debía alistarse para asistir a la escuela, pero su mente estaba tan agotada y aturdida por los eventos recientes que no se dio cuenta del momento en que decidió posponerla y finalmente apagarla, si no hubiese sido por Minho probablemente se habría quedado durmiendo hasta el medio día.

Con un gruñido se puso de pie frotándose los ojos, a esa altura  sabía que iba a llegar tarde pero no tenía idea de cuán tarde, y no lo supo sino hasta que miró el reloj colgando de la pared. Maldijo a todas sus generaciones pasadas y agarró su mochila del suelo. La maestra iba a castigarlo.

Minho se apresuró en salir tomando sus llaves, chaqueta y una manzana de la mesa de la cocina para luego bajar corriendo las escaleras en dirección al estacionamiento con Jisung pisándole los talones. Una vez dentro del auto se permitieron hablar por primera vez desde que habían despertado.

-Toma -le entregó la manzana- come algo, debes estar hambriento.

Jisung parpadeó cogiendo la fruta y llevándosela a los labios, su corazón acelerado le golpeteaba el pecho tan fuerte que juraba escucharlo, y no sabía si se debía a la adrenalina de llegar tarde y haberse levantado en menos de cinco minutos o a la amabilidad con la que el mayor lo trataba. Sacudió la cabeza despejando sus pensamientos, el reloj marcaba las ocho en punto de la mañana.

-Mierda el timbre ya sonó -susurró apenas, arreglándose la corbata y alisando los mechones rebeldes que bailaban sobre su frente con la manzana aún entre los dientes- si no me dejan entrar voy a patear la puerta, estudiamos mucho para este jodido examen.

Su voz denotaba preocupación y sus palabras desmesuradas reflejaban la desesperación que sentía, odiaba el hecho de que los matones de su escuela, alias los más privilegiados lo hayan acosado tanto al punto de hacerle huir de su propia casa, si no fuese por ellos podría haber descansado de manera normal sin quedarse dormido sobre la hora y tampoco estaría molestando a Minho con todos sus problemas. Pero de no haber sido así, no habría pasado la noche en el departamento del mayor, no habrían conversado hasta pasadas las cinco y tampoco estaría seguro de su amistad. Jisung seguía pensando en la manera suave y conciliadora en la que Minho había pronunciado la frase "para eso están los amigos", el dulce tono que había utilizado se repetía incesante en la mente del castaño dándole el coraje necesario para seguir adelante con esa relación, se entusiasmaba en demasía por contar con alguien así y al mismo tiempo le avergonzaba entregarle gran parte de sus conflictos a un potencial mejor amigo. Suspiró cansado bajando la ventana y disfrutando del aire frío, debía relajarse.

-En el semáforo a la izquierda -indicó preparándose para bajar, iba diez minutos tarde y si corría a toda velocidad quizás ni siquiera le harían firmar un permiso para poder entrar.

El mayor de los dos aceleró como último recurso y se estacionó frenando con fuerza, el ruido de las ruedas y las marcas en el pavimento atrajeron la atención de los transeúntes, pero les tenía sin cuidado pues lo único importante en ese momento era que Jisung pudiese entrar a dar su exámen de una vez.

-Lo harás bien -dijo mientras desbloqueaba el seguro de las puertas para que pudiese salir del coche- recuerda lo que anotamos en las tarjetas -sonrió sutil para luego darle un apretón en el brazo. Jisung resopló, sus nervios se calmaban con el ligero toque.

-Gracias por el aventón -se colgó la mochila al hombro de manera torpe bajando de un salto y tropezando con sus propios pies- ¡Maldición!

Minho rió inclinándose un poco dispuesto a salir y ayudarle, pero el castaño se incorporó veloz y le hizo un gesto con las manos para que no se moviera.

GLASS | minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora