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Presumo mi anillo, Leya se ríe porque no sabe cuál mirar. Giovanna está demasiado emocionada.

Hubiese sido más sencillo para James proponérmelo con el primer anillo de compromiso. Pero decidió hacerlo así y no me quejo.

—Amiga, estamos tan felices por ti. —musita Leya.— ¿Puedo llevar el vestido de dama de honor más importante esta vez?

—Ay no, ese puesto ya es mio.

—Pero yo se lo acabo de pedir.

—Ya, pero cállate.

Negando me río y ellas dejan de pelear para escuchar los planes.

Organizaremos nuestra boda para el veintinueve de agosto, un día antes del cumpleaños de James.

Tenemos poco más de un mes para hacerlo, hay que reservar la recepción, la iglesia, comprarme un bonito vestido de novia, las invitaciones...

Vaya, son muchas cosas.

Seguimos hablando en la cafetería de la universidad, estoy esperando mis notas finales. Leya y Giovanna ya tienen la suyas.

Y son muy buenas estudiantes para decir verdad.

Mientras esperamos me tomo mi batido, le escribo a Mili, la niñera de Ali que ahora cuida a mis hijos también.

Ella asegura que los dos están bien. Acaba de llegar con los tres niños de la escuela.

Le pregunto si la leche extraída es suficiente, me pide que me tranquilice.

Pero es que, tuve a Noah luego de haber perdido a mis dos bebés. Solo quiero que mi hijo esté bien.

Su padre y yo deseamos su bienestar a pesar de todo.

Reviso mi reloj, me pongo de pie. Es hora de ir por mi registro de notas.

Si todo sale bien podré graduarme la siguiente semana con mis amigas.

Estoy muy feliz por eso.

Juntas vamos a secretaría, afortunadamente no hay fila todavía así que toco la puerta dos veces y desde el otro lado me piden que pase.

Lo hago, sonrío mirando a la mujer.

—Señorita Sevilla. —musita la mujer.— O bueno, señora Larsson.

—Karol está bien. —sonrío.— He venido por mi registro de notas.

—Un momento, por favor.

Asiento, ella se pone de pie y camina hacia su mostrador.

Me permito husmear con la vida en su escritorio. Tiene una carpeta ahí, y aunque quiero creer que mi mente me engaña, sé cuál es el nombre que estoy leyendo.

Ruggero Pasquarelli.

Oh, vaya....

Sacudo la cabeza, la mujer vuelve a sentarse frente a mí.

Abre la carpeta con mi nombre, pone un par de sellos y la extiende hacia mí.

La tomo.

—¿Puedo hacer una pregunta? —asiento.— ¿Qué es eso?

—Ah, descuida. No es nada de la universidad. —explica levantando la carpeta.— Es el expediente del señor Pasquarelli, creo que te dió clases por poco tiempo.

—Así es.

—Bueno, esto es para él. Un amigo vendrá a retirar sus papeles, según sé está trabajando en una unidad de Nueva Zelanda.

Antes De Mi; Daños Colaterales. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora