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—Las cámaras de seguridad del reclusorio registran movimiento hasta las nueve treinta de la noche. Luego de eso hay un corte de luz hasta las cuatro y quince de la madrugada del día siguiente.

—Son casi ocho horas que sirven de mucho. —musita Ruggero.— ¿No hay nada más?

—Si, las cámaras de seguridad de las calles y vecinos grabaron a una mujer vestida con un abrigo, gorro y gafas a las diez y dos de la noche. Ella entra al departamento sola, pero nunca graban su salida.

—El cuerpo de la mujer fue encontrado a las dos y siete exactamente, hay intervalos de tiempo que no están cuadrando.

—Es todo lo que tenemos, Ruggero. Se les preguntó a sus compañeras de celda, pero ellas sólo recuerdan que ese día se portó tan mal hasta que consiguió que la trasladaran a la sala de castigos.

—¿Hora exacta?

—Nueve treinta y dos.

—La cercanía con la sala de control es considerable, existen puntos ciegos en las cámaras. Señala los del barrio de dónde encontramos a la mujer.

—Si, señor.

Suspiro, mamá deja de peinar mi cabello y Leya pone una taza de té frente a mí con mis pastillas.

Las miro, son tres. Y no reconozco ninguna de ellas.

—No son mis pastillas.

—Lo son, Karol. Tienes que tomarte estas pastillas para que puedas dormir.

—No quiero.

—Ruggero... —musita Leya. Él me mira por un par de segundos.

—Tienes un minuto.

Frustrada me tomo las pastillas, Leya sonríe poniéndose de pie para besar mi mejilla. La alejo.

Ruggero tiene el control ahora, porque si yo desobedezco una sola orden me dejarán fuera de esto y no quiero.

Es mejor obedecer al buen Ruggero.

Dos semanas más, siguen sin conseguir nada digno de relucir. Sólo han revisado las cámaras y demostrado que el cuerpo de esa mujer era el de la madrasta de James.

De ahí en adelante no han obtenido absolutamente nada.

Pero Ruggero está muy bien confiado, dice estar muy cerca de conseguir algo muy grande.

Finalmente pudimos contactar a Ceci después de tanto, extrañamente había ido a un retiro con su nueva pareja y estuvo desconectada del mundo.

Según ella, acababa de enterarse de la desaparición de su hijo mayor.

Pero no está afectada ahora que sabe que James y los niños no están más. Dice que intenta estar tranquila por mí.

Pero no le creo.

La típica alarma suena, todo el mundo a excepción de Ruggero dejan de hacer lo que hacen mientras Mili se acerca a la puerta.

—Ya pueden pasar al comedor.

Todos abandonan la sala, me quedo sentada en donde estoy esperando que Ruggero deje de hacer lo que hace.

Necesito que me diga si algo nuevo sucede o todo sigue siendo exactamente igual.

—Karol, ¿no vas a venir? —pregunta Leijany. La miro.

—Después.

Ella asiente, Leya la acompaña fuera de la gran habitación y yo le pongo de pie.

Antes De Mi; Daños Colaterales. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora