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Veinticinco de septiembre. Seis y cincuenta de la tarde.

Hoy es el día once luego de la desaparición de James y mis hijos. Nadie dice nada, nadie sabe nada.

Lo único que he visto es a mi familia moverse buscando a las personas que estaban en ese departamento pero que mágicamente nadie vio desaparecer.

Hay volantes por toda la ciudad, anuncios transmitidos por televisión, todo...

Pero ellos no están, me desespera porque sé que mi bebé me necesita.

Él no podría vivir sin mí como yo no puedo vivir sin él.

Estoy sentada en un rincón de la habitación, tengo el peluche favorito de Jed en una mano y un sonajero de Noah en la otra.

Por favor, Dios. Si existes, ayúdame a encontrarlos.

Perdóname por dudar de ti, por guardar tanto rencor en mi corazón. Solo devuélveme a mi familia sana y salva.

Yo sé que tú tienes el poder de hacer eso.

-Señorita....

-No quiero que nadie entre aquí. -susurro mirando mi anillo.- No toquen nada, solo váyanse.

-Es necesario para la investigación que...

-Si investigación no me importa no han hallado nada al final, quiero que me dejen sola.

-Llama al señor Pasquarelli. -escucho ordenar.

Limpio mis lágrimas con el dorso de mi mano, sorbo mi nariz y acaricio mi anillo con la yema de mis dedos.

Quema, me quema el pecho y me muero porque esto se acabe ya.

-¿Qué pasa ahora? -escucho la voz de Ruggero.

-La señorita no quiere retirarse para que podamos hacer nuestro trabajo.

Su trabajo por mí puede irse a la mierda.

Apoyo mi cabeza en la pared, me siento tan agobiada. No puedo hacer nada por encontrarlos.

Absolutamente nada.

Ruggero se inca frente a mí, me obliga a mirarlo.

-Por favor, Karol. Ayúdame a ayudarte. Tienes que salir un momento.

-No quiero que toquen o se lleven algo. -susurro.- Se sincero conmigo y dime la verdad, no han podido no podrán encontrar a James, ya no me atormentes de esta manera. No llenes mi casa de recuerdos malos cuando sabes que me cuesta retener los buenos.

-Solo cinco minutos, por favor.

Niego, él suspira entregándole a su compañero todo lo que tenía en las manos.

Me niego a que me toque encogiéndome en mi lugar. Pero él hace caso omiso a mis deseos y me toma en brazos sacándome de la habitación.

Me deja sobre uno de los sillones, me encojo en ese lugar y evito mirar a las personas que están aquí.

Ya no puedo más.

Escucho a las personas moverse, preguntarle algunas cosas a Ruggero y la propia voz del italiano dando órdenes.

Hasta que simplemente me quedo dormida.

En mi sueño estoy en este mismo departamento, pero no estoy sola.

Jed juega en la piscina de pelotas que James solía armar en la sala.

Y él, él solamente sostiene a Noah en brazos mientras se mueve de un lado a otro tarareando una canción.

Antes De Mi; Daños Colaterales. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora