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—¿Nada? —niego. Giovanna suspira.— Le voy a llamar a Pasquale.

—Si, por favor. No contesta y estoy nerviosa. James nunca se desconecta totalmente.

—Tranquila, seguramente se quedó dormido. Noah roba muchas energías.

Asiento, quiero creerle.

Necesito creerle o terminaré completamente afectada con esta mierda.

¿Qué se supone que voy a pensar si hizo esa extraña llamada hace realmente poco?

Ya estoy imaginándome lo peor y eso no me gusta. Me voy a volver loca.

Llamo al edificio, el portero mi responde y le pregunto si James ha llegado. Él dice que no, desde que salió hace algunas horas no han vuelto ni él ni los niños.

Un nudo se forma en mi garganta mientras llamo al número que mi suegro dio hace días. Nada.

¡¿Qué mierda pasa?!

—¿Todo bien?

—Ruggero. —respiro aliviada.— Creí que ya te habías ido.

—Aún no, ¿qué pasa? ¿Necesitas que te lleve?

—No, ¿sigues trabajando en el FBI? —asiente.— Necesito que busques a James.

—¿A James?

—Si, no contesta mis llamadas y mensajes. Ya llamé al edificio, a casa, a mi suegro, a todo el mundo y nadie me da señales. Algo le pasó. Y él tiene a mis hijos.

—Tranquila, no hay nada que yo pueda hacer.

—¿Cómo no? Eres el jefe de algún área.

—Criminología.

—¿Y qué esperas para llamar?

—Veinticuatro horas, Karol. Siempre se espera veinticuatro horas y debes estar segura de que en verdad hayan desaparecido o tenido un accidente.

—¿Y cómo quieres que esté segura si no contestan?

—¿Segura que no quieres que te lleve?

—Si, ve. —musita Giovanna.— Y si no encuentran a James, él mismo puede hacer todo el proceso.

Asiento, sin darle oportunidad de que se despida lo tomo de la mano y juntos vamos hacia la salida.

Subo a su auto, espero que él también lo haga y apenas comienza a conducir vuelvo a llamar a James. ¿Por qué no me contesta?

Vamos primero a mi departamento, efectivamente no están ahí. Evitando desesperarme más tomo las llaves del departamento del señor Adal que James guarda en su cajón.

Vuelvo a bajar, le pido a Ruggero que conduzca hacia la dirección que yo le pido.

Tenemos que encontrarlos.

—¿Quieres mantenerte quieta? Me estás poniendo nervioso.

—No puedo esta quieta o tranquila si de la nada mi esposo y mis hijos desaparecen. —le hago saber.— Gira a la derecha. ¡Ahí! Ahí es.

Ruggero se detiene, me bajo esperando que lo haga también.

Subimos las pequeñas escaleras, abro la puerta. De inmediato un olor llega a mis fosas nasales.

Huele a desinfectante, al encender las luces compruebo que el piso tiene señales de ser apenas limpiado. Suspiro.

—¿James?

Nada.

Aturdida intento adentrarme más al lugar. Ruggero me detiene.

—¿Qué?

Antes De Mi; Daños Colaterales. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora