1.1 ~Amely D.G~

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«Para comenzar a vivir, primero hay que aprender a sufrir.»

Las familias que vivían en Queen Anne Hill, un barrio al norte de Seattle, trataban lo más posible de no molestar a sus vecinos

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Las familias que vivían en Queen Anne Hill, un barrio al norte de Seattle, trataban lo más posible de no molestar a sus vecinos. No hacer ruido era casi la regla más importante de aquel prestigioso barrio.

En todos los años que el vigilante de la colonia, el señor Collins, ha estado al servicio, nunca había recibido una queja por exceso de escándalo. Hasta esa tarde fría de jueves; donde el viejo matrimonio Becker, marcó a la cabina en su hora de siesta, reportando a su vecina de la casa treinta y nueve.

La mujer alterada de los nervios le narraba al teléfono que en la casa de la familia Garret, una familia que casi no se hacía notar entre los vecinos por lo reservada y nada problemática que era, estaba teniendo una fiesta muy escandalosa y descontrolada.

En busca de una solución a aquel problema, el señor Collins se dio marcha en su moto a la casa con el número treinta y nueve, después de haber intentado más de tres veces comunicarse por teléfono con la señora Garret, al no recibir contestación decidió ir personalmente a ver lo que ocurría.

La señora Becker era una mujer vieja y muy arrugada, más que una ciruela pasa, eso justificaría que su audición se esté perdiendo. El señor Collins asegura que el ruido que escuchó al llegar al moderno jardín de la familia Garret, era todo lo contrario al bullicio de una fiesta.

Era muy extraño el escándalo en esa casa. Ya que los habitantes del hogar solo eran cuatro, salvo cuando venía de visita la pareja de la señora Garret, Daniel.

La señora Garret es la que dirigía el hogar. Los vecinos la catalogan como una mujer muy amable y educada, eso sí, muy reservada, ya que casi no hablaba mucho de ella o de su familia, siempre se excusaba diciendo: «Mi vida solo les aburrirá. Es tan común como la de ustedes». El señor Collins tenía —o tiene— cierto enamoramiento por la señora Garret, es que esa mujer tiene algo  que cautiva con su mirada y sonrisa, parecía un talismán embrujante, además no hay que pasar desapercibido que a pesar de haber dado vida a tres hijos, continuaba viéndose como una joven mujer soltera.

Por otro lado, se encontraban los jóvenes Garret, un chico y dos chicas, de los cuales casi nada se conocía. Los tres chicos eran mandados a un internado privado fuera de la ciudad, el único momento en que se les veía era cuando regresaban en las vacaciones decembrinas, pascuas o fin de curso. Su estadía en la ciudad era la misma como si ellos todavía se encontraran en su colegio, ya que rara vez salían de casa y si lo hacían era para acompañar a su madre.  No iban al parque, fiestas, al centro comercial o las piscinas como otros jóvenes de su edad. Aún no conociéndolos, los vecinos y el propio señor Collins le tienen estima, ya que por lo poco que lo habían visto se dieron cuenta que eran niños muy bien educados. La primera interacción que tuvieron con el jefe de la residencial demostraron  lo amable y dócil que eran.

Los Garret son una familia en la que el señor Collins jamás pensaría en multar. Tenía el puesto de la familia más tranquila de la colonia, claro que ese puesto se les había dado tomando solo en cuenta las deducciones que los vecinos fueron formando a lo largo de los trece años que la familia llevaba viendo en Queen Anne Hill.

𝚂𝚒𝚎𝚖𝚙𝚛𝚎 𝚑𝚊𝚜 𝚜𝚒𝚍𝚘 𝚝úDonde viven las historias. Descúbrelo ahora