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-Lo siento- Dijo negando un hombre de barba blanca. Uno de los profetas más poderosos, único capaz de descifrar la tabla de leviatanes.

-¡No!- Taehyung se levantó de la silla y colocó su mano en su frente, tirando su cabello hacia atrás- Cualquier cosa, lo que sea ¡Joder!-

-Taehyung- Habló, tratando de tranquilizarle- Un muerto es un muerto, no puede revivir-

Taehyung se quedó estático ante aquella frase. Recordando a Jungkook decir esas mismas palabras. Algo en él se rompió.

-¡HIJO DE PUTA!- Gritó antes de abalanzarse sobre él, cayendo encima suyo y agarrando su cuello con fuerza. -¿Como coño puedo revivirlo? ¡DÍMELO!- Apretó más fuerte, robándole la respiración y comenzado a tornarse jodidamente pálido.

-N-no lo s-se- Murmuró cómo pudo el profeta debajo de él, sangre comenzaba a deslizarse de sus labios.

Taehyung lo soltó y se colocó en pie.
Sacó su pistola y lo apuntó desde arriba.

-N-no por favor- Suplicaba llorando-
No puedes revi...- Sin dejar que terminara aquella frase que tanto odiaba, disparó.

-¡MIERDA!- Pasó sus manos por cara, parecía un total desquiciado, quizás lo era.

Desde que Jungkook murió, su vida se desmoronó por completo. Al principio no fue tan espantoso pero después de un año, casi todos sabían que era buscando por Satán.
Apenas podía dormir 5 minutos sin que monstruos trataran de llevarlo. Cuando se enteró de que era el hijo del mismísimo Satanás, sintió repugnancia hacia el mismo. Toda su vida fue una jodida mentira. Pero de todas maneras, no era algo que podía cambiar.
Todo este largo año, estuvo hablando con miles de humanos y criaturas expertos en la magia pero todos repetían aquella frase. Estaba perdido y solo.

Era una jodida pesadilla.

Se había vuelto un laberinto repleto de muertes y llantos.

Se sentó en el suelo, destrozado. Viendo sus esperanzas irse a la mierda. Abrazó sus piernas y escondío su rostro en ellas.

No quedaba otra opción, lo había intentado todo para no llegar a esa situación. Pero visto lo visto, si realmente quería a Jungkook a su lado, debía hacerlo. Y sus ganas de abrazarlo eran mayores a las de el peligro al que se sometería.

Escuchó los pasos subiendo las escaleras y suspiró, obligándose a calmarse. -Vamos...- Susurró tembloroso, sacando un cuchillo de sus pantalones. Comenzó a coger aire repetidas veces y cerró sus ojos con fuerza antes de clavar completamente el cuchillo en su muslo izquierdo. Mordió sus labios con fuerza, callando sus gritos y retorciéndose de dolor.

La puerta fue echada abajo en un fuerte golpe y dos demonios aparecieron.

-Está herido, rápido- Dijo uno de ellos.

Y todo se tornó negro.

ÍNCUBO [KØOKTÆ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora