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Ella

—Hay niñas que nacieron para ser amadas, casarse y ser felices para siempre.

Sus ojos no se apartaron de los míos en ningún momento.

Sonreí. Entonces, me imaginé de blanco, caminando por el pasillo de una iglesia enorme hacia el príncipe que estaba vestido de, bueno, príncipe.

—Quiero ser una princesa, mamá —expresé, inocente. Las mejillas me dolieron de tanto sonreír por mis pensamientos.

Eso cambió cuando noté la preocupación en las facciones de mi madre. Me observaba con tristeza, como si algo en mí estuviera mal.

—Hay otras que no lo logran. —Hizo silencio por unos segundos—. A las chicas como a nosotras no les sucede eso, Vicky. Debes tener esto en cuenta y así evitarás ilusionarte en vano.

Una lágrima cayó por mi mejilla. No supe si lo hacía adrede, pero no tenía idea del daño que sus palabras habían causado.

***

Ella tenía razón. Las declaraciones que hacía sobre mí eran ciertas. Esto lo comprobé cuando me enamoré perdidamente de Han. Él se encargó de que olvidara las palabras de mamá, hasta que pasó lo inevitable.

Puede que no me haya dicho esas cosas por mal, porque lo sufría en carne propia. Solo me estaba advirtiendo. Mi padre es un hombre hermoso, de tez muy blanca y ojos claros. Su trato hacia mi madre deja mucho que desear. Las peleas de ellos eran constantes. Su relación se basaba en infidelidades y maltratos.

No disimulaban ni un poco sus dificultades de pareja delante de mí. Por tal razón, trataba de proteger de ellos a mi hermanita. No quería que presenciara lo mismo que yo, no podía permitir que marcaran su vida como lo hicieron conmigo. Ella tenía que crecer con sus sueños intactos y amándose a sí misma.

Ahora soy consciente de que ese empeño por proteger y brindar lo que no tuve la llevó a ser como era. Siento que soy culpable de lo que pasó. Ella no creció valorando las cosas porque yo me encargaba de que tuviera lo que pedía en bandeja de plata.

Todos los extremos son malos.

—Me preocupas, Vicky.

La voz de Celia me saca de mis profundos pensamientos. Lo he hecho de nuevo, es muy común que me pierda en mí misma.

—Estoy bien —digo y sonrío para tranquilizarla.

Me mira con tanta preocupación que me hace agachar la cabeza. A veces odio que me conozca tanto.

—No desistas...

—Me gusta como está quedando mi pelo —la interrumpo porque no quiero que me hable de él.

Celia asiente y sigue pasando el peine por mi cabello mojado.

Aprieto el espejo con fuerza. Verifico lo lacio que luce y sonrío porque parezco otra. Es cuestión de tiempo, luego que se le vaya la humedad volverán a ser la maraña indomable.

—¿Algo nuevo sobre Ana?

—No, pero tiré la toalla. No pienso seguir indagando sobre el pasado, nada de lo que haga me la va a devolver.

Asiente, comprensiva. Sigue peinando mis cabellos con dulzura.

—Me gustaría que te enfoques en ti, Vicky. En lo que quieres lograr, en tus sueños.

Me levanto de la silla con rapidez por culpa de unos toques en la puerta. Debe ser la pizza que pedimos hace un rato. Mi boca se abre en sorpresa al vislumbrar de quién se trata.

Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora