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Ella

Mi madre me llamó anoche.

Me quedé muda por unos minutos. Estaba sorprendida. Aunque es cierto que lo nuestro se arregló, tengo claro que aún hay asperezas por limar.

Lloraba y balbuceaba cosas que no entendía, después se calmó y me contó algo que nunca creí pasaría: se separó de mi padre. La confusión y sorpresa que me causó la noticia me hicieron colgar la llamada de repente. Ella no insistió, pero recibí más tarde un mensaje de su parte diciendo que quería verme.

Accedí y por eso estoy en esta cafetería hace más de media hora, aunque ella no se ha dignado en llegar.

Suspiro ante la realización de que quizás lo pensó mejor y se arrepintió a última hora. Doy un sorbo al té que pedí para matar el tiempo. Miro a todos lados, luego me levanto dispuesta a marcharme.

No me siento mal por su desplante, de hecho, sería una novedad si hubiese venido a mi encuentro. Esto me hace entender que, por más que ella quiera, nunca podremos tener una buena relación de madre e hija.

Toco mi vientre con suavidad. Espero que pueda hacer un buen trabajo de madre. Este temor me ha visitado desde que me enteré del embarazo, pues tuve una mala experiencia como hija y cometí muchos errores con Ana.

Camino por las calles a pasos lentos, imaginando qué se sentirá ser llamada mamá y cuidar a una personita totalmente indefensa. La tarde se ha tornado anaranjada por los débiles rayos del sol, la fresca brisa causa que el paseo sea más agradable. Me permito disfrutar de la caminata que, según leí, le hace bien a mi estado.

Paro en seco al sentirme observada. El corazón me late desbocado y la piel se me eriza por completo. Sin embargo, no hay nada fuera de lo común, solo algunos vehículos y personas que caminan apresuradas.

Debo calmar los nervios. He estado paranoica después de lo que pasó con Han.

Me da miedo que la madre de Roger haga algo para impedir que siga con él. Es capaz de eso y más, fue lo que hizo con Ana para alejarla de sus hijos.

Retomo mi caminar, mirando todo con recelo y en alerta. Una mano sobre mi boca me paraliza y alguien me arrastra a alguna parte. Quiero gritar, pero no puedo. Trato de zafarme de su agarre sin lograrlo.

—Pensé que estabas muertita, Vicky —dice burlón y me suelta de repente.

Caigo al piso desorientada. Sus ojos azules no dejan de escanearme entera. Los temblores de mi cuerpo se hacen presentes al percatarme de que me ha traído a un callejón.

Han me mira con odio. Una sonrisa macabra adorna sus labios y empuña un arma. Lágrimas caen por mis mejillas ante el temor de que dañe a mi bebé.

—¿Por qué haces esto? —balbuceo y me levanto con dificultad.

—Me rechazaste. No voy a permitir que él se quede con lo que era mío.

Se acerca despacio, pero retrocedo y choco con la pared. Sus dedos fríos me agarran el rostro con fuerza.

—Déjame ir, por favor —suplico con la esperanza de que acceda.

—Vicky.

El corazón se me detiene a causa de la voz de Jose. Han me suelta y se gira, enojado.

—¿Quién demonios eres tú! —grita y le apunta con el arma.

Jose no se inmuta. Me escanean completa, luego dirige su atención a Han.

—Soy un amigo —dice como si nada.

Su tranquilidad me descoloca aún más, ¿acaso no sabe en qué situación estamos?

—No sigas —ordena Han cuando da unos pasos hacia nosotros—. Te voy a volar la cabeza.

Jose lo intercepta y empiezan a forcejear. Antes de que pueda huir, escucho un disparo. Han cae al piso. La sangre destila de él y hace un pequeño charco que se va agrandando al pasar los segundos.

Jose me mira. Su cara es neutra y eso me asusta más. Las manos están manchadas de sangre al igual que parte de su ropa.

—Ven conmigo, Victoria. Te llevaré a tu casa sana y salva.

Trata de acercarse y yo retrocedo.

Niego, temblando como una hoja. Las lágrimas me nublan la visión y el corazón se me quiere salir del pecho. Da unos pasos firmes. No permito que se acerque porque salgo corriendo despavorida.

Vocifera mi nombre al tiempo que me persigue, pero no me detengo. Cruzo varias calles. Creo que lo he perdido hasta que vislumbro que su auto viene hacia mí. Miro alrededor, desesperada, en busca de algún lugar en el que me pueda esconder. ¿Esto fue lo que sintió mi hermana?

Las lágrimas y la desesperación no me dejan ver bien. Choco con algo y caigo al piso. Un dolor agudo me atraviesa la cabeza. El mareo y las nauseas provocan que cierre los ojos y poco a poco me sumerjo en la inconsciencia.   

   

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Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora