24

468 90 121
                                    

Ella

La lluvia no cesa.

Mi mala suerte es tan grande que justo ahora —que se acabó el turno— el agua arrecia. Acomodo la mochila en la espalda, abro un periódico viejo que encontré por ahí y camino a pasos rápidos. No sé si cuente con el dinero suficiente para tomar un taxi, así que corro hacia la parada esperando que no tarde el autobús.

Repaso los sucesos extraños de estos días. Uno de ellos es Jose. No se ha presentado a trabajar y, según me dijo un compañero, él tomó sus vacaciones. Me parece raro. He intentado llamarlo, pero tampoco toma el teléfono. Quiero saber de dónde conocía a mi hermana. Muchas teorías me han pasado por la cabeza, ya no sé qué creer.

Por otra parte, Roger no ha dado señales de vida tampoco. No es que lo extrañe ni nada parecido, pero me es increíble que después de tanto insistir se haya desaparecido. He pensado en contactarlo. Claro que de ahí no pasa porque no quiero parecer interesada. No lo estoy.

La lluvia se hace más abundante. Parte de las piernas están mojadas al igual que los zapatos. Odio sentir la humedad en los pies, es demasiado incómodo caminar así. Mejor me dirijo hacia una plaza que está cerca hasta que el agua pare un poco.

Sostengo el periódico con fuerza y me muevo con rapidez, deseosa de estar bajo ese techo.

El agua cae sobre mí como si hubiesen abierto una llave enorme. Todo pasa muy rápido y dejo caer el periódico que está echado a perder. El líquido me ha entrado en los ojos y la boca.

Me paso las manos por la cara en un intento de limpiarla. Parpadeo varias veces y toso con desesperación. Un hijo de puta me ha bañado con un charco. Me quedo estática al escuchar que alguien ríe. ¿Cuál es la necesidad de hacer esto?

—Si vieras tu cara.

Richard sale de un vehículo con una sombrilla en mano. Me mira divertido, con esa sonrisa de lado que volvería loca a cualquier mujer.

—Eres un bastardo.

Me giro y camino por la acera totalmente mojada gracias a él.

—Ven, yo te llevo.

Su agarre en mi brazo provoca que me detenga.

—¡No me toques! No voy a ir a ningún lado contigo.

Me molesta aún más lo sereno que se encuentra. Su sonrisita no ha desaparecido. Idiota.

—Qué ruda me saliste, Victoria. Si no fuera porque me abriste las piernas la primera vez que salimos, quizás me hubiese creído el numerito que estás montando.

La ira se desborda y le pego una cachetada con todas mis fuerzas.

—No te creas tan importante, Richard. Espero que recuerdes muy bien el fiasco que fue estar contigo, porque no se repetirá.

Sonrío triunfal al ver cómo su porte relajado cambia.

—Eres una put...

—Richard —lo interrumpe un chico de pelo negro abundante que sale del auto y se nos acerca con un paraguas—, te estoy esperando.

Sus ojos grises van de él hacia mí, la confusión surca su rostro.

Es más o menos del mismo tamaño que Richard. Está vestido con un traje a la medida y su rostro es hermoso. Estos tipos lucen como si hubieran sido sacados de alguna revista. El parecido es bastante notorio.

—Estaba en algo. —Aprovecho que hablan entre sí para alejarme de este demente—. ¿Para dónde crees que vas?

Me agarra el brazo de nuevo con fuerza.

Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora