51

223 50 4
                                    

Ellos

Maya sale de la comisaría a pasos lentos. Los nervios han causado que sude frío y tiene la impresión de que el corazón se le saldrá del pecho. Lo que tuvo que confesar aún ronda su cabeza y la mantiene en una especie de trance.

A pesar de las diferentes emociones, se siente libre. Al fin pudo dar el difícil paso, tuvo el valor de denunciar a su exnovio.

Sabe que esto solo es el comienzo, que pasará por varias pruebas y tendrá que enfrentarse a él delante de un juez más adelante. Sin embargo, está dispuesta a todo con tal de rehacer su vida.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Nico cuando ella llega al vehículo—. Debí estar a tu lado.

—Lo logré —dice con un hilo de voz cuando se acomoda en el asiento—. Lo hice.

Sus miradas se encuentran y él le limpia una lágrima de su mejilla.

—Eres más fuerte de lo que siempre creíste.

—No hubiese podido hacerlo sin ti. Muchas gracias.

La tensión los arropa de una manera asfixiante. Después de la confesión, y del beso que se dieron, no se han atrevido a hablar de sus sentimientos.

—No es necesario, Maya. Puedes contar conmigo siempre.

Y ella lo sabe, está consciente de que él dice la verdad. Le cree fielmente y a ojos cerrados.

Un silencio cómodo se instala entre ellos. Nico maneja rumbo a la casa de Maya, donde los está esperando la niñera que contrataron por unas horas junto a Aby.

Los días son un reto que Maya enfrenta con valentía. El cuidado de su hija, el trabajo y los quehaceres del hogar, la están consumiendo. Casi no duerme y tiene poco tiempo para ella. Ha aprendido cosas básicas que antes no tomaba en cuenta como cambiar bombillos y destapar una cañería.

Aun así, la libertad que siente vale el sacrificio.

Nico, por su parte, reparte el tiempo entre la editorial y darle soporte a su mejor amigo. Asimismo, se reúne de vez en cuando con Maya.

Los sentimientos se han acrecentado, pero entiende que debe ser paciente con ella. Reconoce que no está en condiciones de meterse en una nueva relación por ahora.

Así que, cuando vuelven a verse, él le plantea el tema con sumo cuidado.

Ambos sacan un tiempo, después de varias semanas sin verse. Caminan uno al lado del otro por la orilla del malecón. La brisa fría provoca que sus cabellos vuelen con libertad.

Los faroles iluminan las calzadas. Las olas del mar emiten un sonido relajante.

—He pensado en nosotros —dice Nico cuando se detienen.

—Yo también —admite Maya tímida.

—No pretendo presionarte ni ponerte en una situación comprometedora.

—Lo sé... —Hace silencio por unos segundos—. Podemos seguir siendo amigos.

Las palabras de ella, lejos de causarle malestar, lo alegran.

—Me parece bien.

—Empecé a visitar a un psicólogo —confiesa un tanto apenada.

—No sabes cuánto me alegro.

Ambos sonríen y se toman de las manos.

La sonrisa de Maya se desvanece ante la duda que la asalta.

—¿Me esperarás? —susurra.

Nico acorta la distancia entre los dos. El corazón le late tan rápido que teme que ella lo escuche. Disimula el temblor de las manos metiéndolas en los bolsillos de sus pantalones.

—Te quiero, Maya —dice sosteniéndole la mirada—. Estoy dispuesto a ser lo que necesites.

Teme que esas palabras sean malinterpretadas por ella, pero eso cambia cuando nota la satisfacción que reflejan sus ojos.

Algo se desata en el estómago de Maya. La sensación apabullante de un escalofrío y vibraciones por toda la piel la pone a sudar. Nunca había experimentado nada parecido con nadie.

Desea responderle que ella también lo quiere, no obstante, se acerca más y une sus labios con los de él. Es un beso inocente, puro, y es suficiente para ellos.

Las palabras, una vez más, no hacen falta.  

  

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora