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Él

—Su pelo dorado brilla y vuela con la brisa, el sol causa que sus mejillas se sonrojen. —Entorno los ojos ante las palabras de mi amigo—. Es increíble que siempre la encuentre de camino al trabajo.

—¿Por qué no le hablas? Sería bueno que te detengas y la invites a salir.

Niega frenético.

—No, siempre lleva prisa. Si la vieras, caminando a pasos rápidos, como si alguien la estuviera persiguiendo. Además, temo que me rechace. Prefiero seguir admirando su belleza de lejos.

—Das miedo, Nico. Hablas como si fueras un enfermo. Pobre chica.

Ríe por mis palabras.

Aprovecho que se ha callado y reviso algunas órdenes que me han pedido. No es mucho, pero las visitas que he estado haciendo para promocionar mis productos están dando frutos. Tenía varios meses sin mover los vehículos de la empresa, incluso tuve que vender algunos para cubrir gastos.

—¿Y tú?

Me observa con cara de que sabe algo y yo no.

—¿Yo qué? Pareces un maniático mirándome así.

—No te hagas, quiero saber si has vuelto a ver a la mujer que te dejó sin descendencia.

Asiento en compresión y la ira se apodera de mí al recordarla.

Duré varios días adolorido por su culpa, la muy cabrona pega duro. Fue tan fuerte que hasta he soñado con ella. No es normal, he visto a esa chica dos veces en mi vida y algo en mí ruega para que vuelva a cruzarse en mi camino. Quiero venganza. Sí, es por esa razón.

—No hemos coincidido y es lo mejor. No le va a ir bien si el destino me la pone enfrente de nuevo. —Su risa burlona me hace fruncir el entrecejo—. ¿Qué rayos te pasa? ¿Estás ebrio?

—Al fin una mujer te puso en tu lugar.

Niego, ofendido por las disparatadas que salieron de su boca.

—Las cosas no sucedieron así, ya te dije que me tomó por sorpresa.

El sonido de la puerta abriéndose nos hace girar la cabeza. Jessie, mi exnovia, entra y se queda parada en el umbral, mirándome con enfado.

—¿Qué haces aquí?

Me levanto de la silla, confundido y algo molesto por su visita repentina.

—Hola, Jess. Qué gusto verte —Nico saluda y le extiende la mano.

—¿Puedes dejarnos solos? Necesito hablar con Roger.

No se molesta en regresarle la salutación y mi amigo asiente, apenado.

—Bueno, yo me iba de todas maneras.

Me da una última mirada de lástima y sale.

—No sabía que vendrías.

Tomo asiento y organizo los papeles que tengo en el escritorio.

—Lo sé. Estoy segura de que si te ponía al tanto, ibas a buscar cualquier excusa para no recibirme.

Ella no miente. Me conoce bastante bien para saber de qué soy capaz.

—¿Qué es lo que quieres?

Se acomoda en una de las sillas, quedando frente a mí. La manera en que sus ojos celestes me miran hace que trague saliva.

—Darte la oportunidad de que recapacites, Roger. Sé que estás pasando por un momento difícil, lo comprendo. Quiero que entiendas que estoy contigo.

Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora