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Ella

Sigo cada uno de sus movimientos. Él no se percata, por lo que continúa rebanando los embutidos. Lo cierto es que no sé cómo abordarlo. No creo nada de lo que me ha dicho y hasta pienso que solo me quiere desviar de la verdad.

Jose es mi primer sospechoso por la muerte de Ana.

No tengo ningún tipo de pruebas, pero solo me ha mentido o tergiversado las versiones desde el principio. Creo fielmente que hay una razón —que aún desconozco— por la cual quiere culpar a los hermanos de Roger. Algo debió pasar y eso es lo que quiero descubrir.

La carta de mi hermana, al parecer, era un desahogo. Plasmó en ese papel que temía por su vida. También me pedía perdón porque tenía que irse lejos.

No entiendo por qué me dijo que el responsable de su accidente era Ro Roberts. Puede que estuviera delirando o el hermano de Roger sabe algo más.

Me duele la cabeza de tanto darle vueltas al asunto, nada tiene sentido para mí. Es muy difícil saber la verdad ahora que ella no está.

—Vicky, ¿podemos hablar? —pregunta Jose mirándome con cautela.

—Habías mencionado un lugar donde hacen las mejores pizzas.

Sonríe de una manera extraña, luego asiente con satisfacción.

—Iremos cuando acabe nuestro turno —informa sin dejar de sonreír—. ¿Tu novio no se pondrá celoso por esto?

Roger.

Mi mente se llena de imágenes de él, de la manera en que nos besamos en el parqueo de su empresa. Estoy acabada. Lo confirma la sonrisita que han esbozado mis labios a su sola mención.

—Nosotros no somos novios —digo con rapidez —. Nos vemos a la salida.

No le doy tiempo de que conteste porque me dirijo hacia mi puesto aún con la sonrisa de boba enamorada.

Una vez se termina la jornada laboral, Jose me intercepta para que no me escape. Tomamos un taxi y se queja en el camino al restaurante.

—Lástima que no trajera el auto de mi madre. Si hubiese sabido que íbamos a salir.

Entorno los ojos ante sus palabras.

Desvío mi atención y la enfoco en el menú para elegir algo que esté dentro de mi presupuesto.

La universidad ha hecho estragos en mi bolsillo. He tenido que hacer malabares para poder costear la renta y sobrevivir. Por tal razón, estoy buscando otro empleo con un salario decente. Le agradezco mucho al señor Brown, pero necesito más dinero.

La camarera se nos acerca y hago mi pedido bajo la atenta mirada de Jose. Él hace lo mismo sin dejar de observarme, la fascinación que muestra me aterra.

—Nunca pensé que ibas a aceptar salir conmigo —parlotea con ironía.

—Quiero que hablemos. Por favor, sé sincero.

Asiente, aunque noto la duda surcar sus facciones. Busco en mi mente las palabras correctas y las preguntas claves para abordar el tema que me interesa.

—Claro, para hablar. —Niega con la cabeza—. Vamos, Victoria.

Suspiro para calmar los nervios. Me cuesta creer en sus palabras. Él sabía que Ana era mi hermana y nunca me habló de ella hasta el día que encontré esa fotografía entre sus cosas.

—¿De dónde conoces a los hermanos de Roger?

—Te había dicho que estudiamos juntos un tiempo por una beca que tenía —habla con molestia—. Además, no es que los conozco del todo, solo hemos coincidido en algunos lugares.

Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora