5

785 125 124
                                    

Él

Ninguno de los dos ha dicho nada y el aire se ha vuelto denso de un momento a otro. Aquí, encerrado con ella, puedo percibir con más potencia su aroma a vainilla. Es un claro contraste con su personalidad. Se muestra como una chica ruda, indomable; sin embargo, huele a un dulce pastelito acabado de hornear.

Aspiro, mis pulmones se llenan de su esencia. Aprieto las manos que pican de deseo por tocar esas piernas que brillan con la luz de las bombillas. Me parece increíble y hasta poco sensato que haya decidido llevar a esta mujer en mi auto, dada las circunstancias en las que nos hemos visto las veces que ha sucedido. Mi razón se ha nublado ante su belleza.

Carraspeo en un intento de aclararme la garganta. No quiero parecer un tonto que tartamudea sin parar.

—¿No me vas a decir la verdad, Chocolate?

Posa sus ojos sobre mí, en ellos noto lo molesta que se encuentra.

—Deja de llamarme así, es ridículo.

Frunce el entrecejo y lleva parte de su cabellera hacia atrás.

—Si me dices tu nombre sería mucho más fácil, Chocolate. —Pone los ojos en blanco y lleva su mirada hacia la ventana ahora. Tomo una golosina, de las tantas que hay aquí, y se la extiendo—. Para que te endulces la vida y así sonrías un poco.

Titubea, luego lo recibe y se queda observando como si de un insulto se tratara.

—Esto se llama secuestro, estás cometiendo un delito. —No le hago caso. Enciendo el vehículo y empiezo a manejar—. Encima de eso me apuntaste con un arma.

—No te hagas la santa ahora. Tú te has aparecido en tres ocasiones y no me creo el cuento de que ha sido por casualidad. Me estás persiguiendo.

De soslayo me fijo que me mira de arriba abajo. Trago saliva al percibir el odio que reflejan sus orbes.

Un frío se instala en mi pecho. Las manos me tiemblan sobre el volante y no estoy seguro de si quiero seguir un minuto más con ella.

«Pídeme que te deje y lo haré de inmediato».

No lo hace, en cambio, se queda pensativa y frunce el ceño.

—Ni siquiera sabes dónde vivo.

Asiento a lo que ha dicho y me detengo en un semáforo. Retiro el seguro del auto, lo que provoca que ella me mire, sorprendida.

—Puedes irte, disculpa si te hice sentir mal. No soy así, no sé qué me ha pasado.

Se muestra incrédula por lo que he dicho. Mira para todos lados confundida, después abre la puerta y sale con rapidez.

No sé qué rayos estaba haciendo, pero es mejor que las cosas queden así. No puedo añadir más problemas a mi vida y algo me dice que esa chica solo los incrementará.

Una vez pongo un pie en la casa, nuestras miradas se cruzan. Sonríe y avanza deprisa para abrazarme. Me quedo estático cuando él me arropa entre sus brazos. Se carcajea, divertido por mi reacción.

—¿No te pones feliz de que estoy aquí, Roger?

Me palmea la espalda, después se aleja.

—Claro que sí, solo que no me lo esperaba.

Mi hermano mayor asiente, complacido.

—Le quería dar una sorpresa a mamá. —Se sienta en el sofá y hago lo mismo, posicionándome frente a él—. También ayudarte con las responsabilidades. Mi padre se equivocó contigo.

Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora