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Él

Dejo caer el maletín al vislumbrar las personas que están reunidas en el salón de mi casa. Nuestras miradas se cruzan. Ella se levanta emocionada y yo me acerco intimidado. Han hecho silencio y ahora solo me observan como si fuera un bicho raro.

—Qué bueno que llegaste, Roger. Estábamos hablando de ti —dice mi madre con una emoción que me da miedo.

—Hola —saludo con recelo al notar cómo mis hermanos me observan y luego susurran algo que no logro escuchar.

—Te estaba esperando.

Jessie me agarra de la mano y me conduce a uno de los sofás.

Me dejo, no tengo ánimos ni de respirar por lo cansado que me encuentro. Mis ojos se posan sobre Riu, quien tiene la cabeza agachada y deduzco que se encuentra aquí en contra de su voluntad. ¿Qué habrá pasado ahora?

—¿Qué sucede? —hablo a la defensiva porque sé que no es nada bueno.

—¿Qué has hecho por la empresa? —esta vez es Richard que habla con ironía.

Suspiro con pesar. La realidad es que no he logrado mucho.

—Estoy viéndome con unos accionistas que han mostrado interés.

—Nosotros tenemos una oferta muy buena —añade Rodrigo, frotándose las manos—. Queremos hacértelo saber para que...

—No voy a vender la DolceR, Rod —interrumpo, enojado—. Estoy haciendo hasta lo imposible por levantar el patrimonio de nuestro padre.

Me paso las manos por el pelo con frustración, estoy cansado de discutir por esto.

—Yo tampoco quiero eso —la voz de mi madre se suaviza—. Pero no es el tema de conversación ahora mismo. Jessie está aquí para que la acompañes a una reunión importante.

Desvío los ojos de ella y los poso sobre la aludida. Sonríe, tímida, como si le diera vergüenza lo que ha dicho mi madre. Si no la conociera bien le hubiese creído, pero no. Sé que detrás de esa mirada tierna hay una mujer totalmente diferente.

—Debiste avisarme con tiempo, tengo cosas que hacer.

—Roger —refuta mi madre—, date una ducha y acompaña a Jessie. Vino temprano a buscarte, es algo que te puede ayudar.

Suspiro resignado, luego asiento. Me dirijo hacia el cuarto sin decir nada más, porque ahora la curiosidad me mata. Quiero saber con quién nos vamos a reunir y para qué.

Después de tomar una ducha rápida, me visto con un traje a la medida y peino mi pelo hacia atrás. Trato de verme presentable, tengo que dar una buena impresión.

Una vez llegamos al edificio, y entramos a la oficina, reafirmo que fue lo mejor que hice. Jessie me presenta a unos amigos de sus padres, socios prósperos, que se muestran interesados en concretar negocios conmigo.

Nos pasamos las próximas horas entre estrategias, marketing y cerramos varios tratos. A pesar de que no puedo creer que todo me está yendo de maravilla, mi mente trabaja rápido en vender mi producto y termino de convencer a los hombres.

Se acaba la junta y nos despedimos con apretones de manos y la promesa de volvernos a reunir en unos días para ultimar detalles.

Jessie y yo caminamos deprisa hacia el parqueo. No hemos dicho nada desde que salimos de esa oficina porque mi mente sigue procesando lo que pasó. Debo decir que fue mejor de lo que pensaba.

Estoy satisfecho y a la vez no. No me gustan estos favores que se ha empeñado en llevar a cabo. Sé muy bien que no lo hace porque le sale del alma o su benevolencia la mueve a ayudar al necesitado. Ella quiere —de una forma u otra— convencerme de que volvamos.

Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora