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Él

«¿En qué lío me he metido?»

Esta pregunta no ha abandonado mi mente desde que salí de la casa de Victoria ayer. Eché a perder el progreso que con tanto esfuerzo había logrado. En mi defensa, su olor y la manera en la que me observaba nublaron mi consciencia y se llevaron el poco juicio que me quedaba.

Victoria no lo sabe, pero su hermana no era ninguna santa. Jugó con el corazón de Riu, lo ilusionó y luego lo dejó de lado. La Ana que él busca es la hermana de Victoria.

Esto me dejó desconcertado, el mundo no podía ser tan pequeño. Lo peor fue presenciar cómo mi hermano lloraba como un niño por la muerte de la mujer que le rompió el corazón.

Estaba furioso, decepcionado y sentí un sinnúmero de emociones malas hacia la difunta. Por eso no busqué a Victoria en esos días, sabía que iba a despotricar mi frustración e impotencia sobre ella. No obstante, fue lo contrario. Cuando la vi, el enojo se disipó por arte de magia. En cambio, un miedo escalofriante se apoderó de mí porque debía ponerla al tanto de lo que pasó entre ellos.

Salió mal al momento en que me dejé llevar por el sabor exquisito de sus labios. Nunca en mi vida había sentido tantas cosas con un beso. Todo en mí despertó. Tuve suerte de que estaba sentado, porque hubiese sido muy vergonzoso que ella supiera cómo se encontraba mi entrepierna.

Lástima que esa burbuja íntima y especial se rompió de golpe. Me puedo imaginar por qué Victoria actuó como lo hizo. Está muy equivocada.

—¿Te dijo algo?

Riu entra de lleno a la oficina y se sienta en una silla frente a mí.

—No, pero te prometo que voy a aclarar el asunto.

Me duele presenciar la tristeza, angustia y desilusión que se reflejan en sus ojos.

—Lamento si eso te trajo problemas, Rog. Sé que te gusta esa chica.

Me quedo en silencio, sopesando sus palabras. Considero que lo que siento por Victoria va mucho más allá de una simple atracción.

—No te preocupes. Haré lo que esté en mis manos para descubrir la verdad, si eso es lo que necesitas para que estés tranquilo.

***

Muevo los dedos sobre el volante, lo que denota lo nervioso que me encuentro, y sigo al pie de la letra la dirección que me había proporcionado un compañero de él. La suerte fue que no tuve que insistir mucho para conseguir mi cometido. Bien, todo está saliendo perfecto.

Agradezco que Nico, pese a su estado de ánimo, haya aceptado acompañarme. Como siempre ha sido desde que lo conozco.

—Muchas gracias, no quería venir solo.

Despega su rostro de la ventanilla y me observa. Hace una mueca que creo es una sonrisa.

—No es nada, para eso estamos los amigos. —Asiento en acuerdo—. Rog, ¿debo respetar su decisión o seguir insistiendo?

El pecho se me encoge al escucharlo hablar con tanta tristeza.

Indago en mi mente el mejor consejo que le podría dar. Nico me contó que «la chica de la parada del autobús» le dijo que no la buscara más.

Me molesta que haga sentir mal a alguien como Nico, pero entiendo que su caso es difícil y puede que ella quiera hacer lo correcto o no sepa cómo lidiar con la situación. De todas maneras, es mejor que se mantenga al margen.

—Creo que debes respetar su decisión. —Trato de hablar con cautela—. Es decir, es difícil.

—Pero sigue con ese hombre. Tú sabes lo peligroso que es estar en una relación así. Yo lo sé.

Agridulce © (Disponible En Físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora