Él
Analizo los papeles llenos de números con desconcierto. Los aparto y suspiro por el cansancio y el dolor de cabeza. Me retiro los lentes, cierro los ojos y masajeo mi sien en un intento de aclarar la mente. Me levanto del asiento de cuero, dispuesto a salir a tomar aire fresco y a comer algo.
Amira, mi secretaria, pone los ojos sobre mí y sonríe de manera coqueta. Paso por su lado deprisa, tratando de evitar que me diga algo. Nosotros tuvimos una pequeña aventura en una de las tantas noches que me he quedado trabajando y ella hacía «horas extras». Desde esa vez, se ha tomado ciertas atribuciones y confianza. No me agrada, pero fui yo quien me puse en esta situación tan vergonzosa.
Si mi madre se entera de que me acosté con mi secretaria, se atreve a dejarme sin descendencia. Para ella es inapropiado e inadmisible. Esa no fue la educación que recibí, vengo de una familia muy conservadora.
—¿Quiere algo antes de irse?
Detengo mi andar y me doy la vuelta.
—Puedes tomarte la tarde. Gracias, Amira.
Hace una mueca y asiente, desanimada.
En el parqueo, saludo al señor de seguridad y me subo en el auto. Sopeso adónde iré a almorzar y me decido por un sitio que queda cerca.
Entro al restaurante. El olor a comida provoca que me dé cuenta de lo hambriento que me encuentro. Solo me tomé una taza de café en la mañana, por falta de apetito y, encima de eso, no tenía tiempo para hacer la parada en el desayuno.
He estado contactando a algunos inversionistas que me puedan ayudar. El problema es que nadie quiere arriesgarse con una compañía que ha perdido la mayoría de sus clientes. Tuve que despedir a muchos empleados, quedándome solo con los necesarios y el trabajo que hacían tres ahora lo hacen dos. Es lamentable, pero es lo que hay.
Estoy buscando la manera de hacer mercadeo efectivo y nuevas promociones. Quiero inculcarles a los clientes que tenemos los mejores dulces del país y del mundo.
La mesera me saca de mi ensoñación, es una chica hermosa de grandes ojos miel. Coloca los platos en la mesa con gracia y sigo cada uno de sus movimientos. Saco una tarjeta de mi chaqueta, se la extiendo y ella enarca una ceja al leerla. La he impresionado. Si tan solo supiera que soy dueño de una empresa sin ningún valor en el mercado ahora mismo.
Disfruto el almuerzo mientras reviso algunos apuntes y envío varios mensajes. No abro los de Jessie ni le he contestado las llamadas desde hace días. Me había encontrado rara su reacción cuando terminé con ella, sabía que no era normal.
—Señor Roberts, ¿puede venir conmigo?
Arrugo el entrecejo ante las palabras del mozo.
Dejo el dinero sobre la mesa antes de levantarme. Extrañado, salgo del lugar detrás de él. Nos adentramos en el parqueo. Desde aquí puedo notar a varias personas aglomeradas alrededor de mi automóvil. Acelero el paso al vislumbrar el forcejeo que tiene uno de seguridad con una chica.
—¿Qué está pasando?
Ella agacha la cabeza y la mata de rizos marrones la cubren casi por completo.
—Encontramos a esta joven tratando de forzar su vehículo. Ya hemos llamado a la policía.
Abro los ojos en demasía.
—¿Querías robarme?
Me acerco de manera amenazante, cegado por la furia.
—N-no, esto ha sido un malentendido.
Levanta la mirada, dejándome petrificado. Esta chica es la misma que vi en el bar.
Sus ojos avellana me escanean de arriba abajo. El miedo que mostraba se ha ido y ahora su mirada es desafiante.
—Eso vas a tener que probarlo ante un juez.
La voz dura del guardia me saca del trance.
—Por favor, no permitas que me lleven. Debo ir a mi casa justo ahora.
Luce tan desesperada que me confundo por su cambio de ánimo.
—Déjala —ordeno y el hombre me mira como si no pudiera creer lo que dije.
—Señor Roberts, esta mujer estaba cometiendo un delito.
Verifico mi auto, no tiene ningún rasguño y permanece como lo dejé.
—Todo está en orden, pudo ser una equivocación.
Él se muestra renuente. La indecisión surca sus facciones y aprieta más el brazo de la chica.
—Suéltame.
Ella se zafa de su agarre, ofendida, y él se aparta con cautela.
Verifico la llave del auto, preguntándome por qué no sonó la alarma. Mis ojos se posan sobre la bella morena que luce desorientada, caminando despacio hacia la salida.
Observándola con la luz natural, noto lo bella que es esta mujer. Su contextura es extremadamente delgada y sus ojos muy grandes. Su rostro se pierde entre la maraña de pelo rizado y ni hablar de su brillante piel canela. Toda una obra de arte.
No voy a permitir que se escape de nuevo.
Avanzo hacia ella a pasos apresurados, la agarro de un brazo y la atraigo con brusquedad. Sus manos tocan mi pecho, tratando de alejarme. La aprieto aún más para evitar que se suelte y percibo el olor a vainilla que emana de su pelo.
—¿Para dónde crees que vas? Tienes algunas cosas que explicarme.
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Agridulce © (Disponible En Físico)
Romance☆Disponible en físico y ebook en Amazon☆ Roger Roberts es un joven arquitecto, propietario de una empresa de dulces al borde de la quiebra, con muchos problemas a su alrededor. Estos se incrementan al verse perseguido por Victoria, quien lo acusa de...