La gente nos mira raro. Más bien, atizan a los dos alfas de nuestro grupo con miradas patidifusas, mientras que nosotros solo vendríamos a ser un anexo de la fábula que se crea en esas mentes subyugadas a la razón al admirar la compleja y mayestática belleza de los dos "hombres" desconocidos. Me afloran importantes ganas de sacarles el dedo del medio a todos los betas curiosos del aeropuerto. Cierto es que Moon y Ouran destacan más que Nathan cuando se llena de glitter, o que Kuro cuando viste esos conjuntos deportivos fluorescentes que lo hacen lucir como un cono de tránsito, pero tantos ojos posados sobre mí me están enloqueciendo, lo que se suma como un booster a la molestia que me pica en las entrañas. Me duele la cabeza.
Dos guardias nos detienen cuando llegamos a la puerta de embarque. Se posicionan frente al umbral impidiéndonos el paso, inflando el pecho como gallos para fingir la firmeza que les falta. No paso por alto el deje de suspicacia y cautela que se entrevé en sus movimientos y el levísimo, pequeñísimo, pasito para atrás que ambos dan cuando los alfas se paran a un metro de ellos.
—Caballeros, está prohibido portar armas en este lugar —se atreve a decir el más valiente de ellos, también el más alto y fornido. Y aun siendo bastante imponente, le es necesaria al menos una cabeza más para alcanzar a Moon y a Ouran.
Es admirable que su voz no se quiebre en ningún momento y que su frente se sostenga en alto. Moon mantiene una expresión hierática cuando se descuelga la espada para entregársela al guardia con funda incluida. Arrugo el entrecejo por la facilidad con la que aceptó la condición impuesta, aunque termino de entender el punto cuando el pobre beta recibe la espada en sus manos y se va súbitamente hacia adelante. Cae de bruces al suelo luego de un par de trompicones que aspiraban a salvarlo de la humillación, pero al final el peso del arma y de la gravedad fue demasiado. Moon me corre hacia un lado para que el tipo no caiga encima de mí, dejando su mano reposando en mi cintura como si me invitara a admirar el espectáculo, la pérdida de dignidad del beta como argumento y su rostro cabreado como desenlace.
El segundo guardia —algo rechoncho y más bajito— se precipita a ayudar a su camarada, pero poco éxito tiene intentando levantar la espada.
—¿Necesitan ayuda, caballeros? —se ofrece Moon, entonando la amabilidad con tanta sorna que debo asestarle una mirada indignada.
—¡Tú...! —grita el guardia más alto, poniéndose de pie con rapidez para no ser visto por la caterva de betas que comienzan a amontonarse en los alrededores.
No acaba la amonestación, el guardia Nro. 2 lo refrena con una mano en el hombro y un susurro en el oído que por supuesto oímos todos. Bueno, todos excepto Kuro.
«Son esos chuchos pulgosos de los que el jefe nos informó. No gastes el tiempo en ellos, dejémoslos pasar».
Moon continúa imperturbable. Se limita a colgarse nuevamente la espada —que recoge con suma facilidad, para la envidia de los dos betas— y luego reanuda la marcha hacia la aeronave. Ouran lo secunda, observando curioso a los humanos que apartan la mirada incómodos, optando por hacer foco en algo que puedan mantener bajo control, algo que los haga sentir menos impotentes. Algo como mis amigos y yo. Nathan, que es el más menudo de los cuatro, apenas les llega al pecho. Se pega a mí cuando pasamos su lado, intimidado por los rostros hostiles que nos siguen el paso.
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EXTINCTION【Libro I】|Disponible en físico|
Fantasy《𝐀𝐁𝐑𝐀𝐊𝐀𝐃𝐀𝐁𝐑𝐀 #𝟏》 ❝𝕯𝖎𝖔𝖘 𝖍𝖆 𝖒𝖚𝖊𝖗𝖙𝖔❞... Y su raza está maldita. ¿El amor será suficiente para salvarlos de la extinción? Tres años han pasado desde que Hazel Lothen tomó la decisión de rehacer su vida, lejos de su manada y d...