☽ Capítulo 30 ☾

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Diciembre de 1904

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Diciembre de 1904

Territorio sudeste de Haera, Arvandor.


Haridyen se conduce a las zancadas por el jardín de los Wealdath, irradiando molestia con su agresiva marcha. El papel que lleva en su mano se zarandea por la brisa caliente que ya no huele a primavera, sino a verano. El alfa desea que el viento arrastre el maldito papel por los aires y lo desintegre junto a todos los nombres que están escritos en él con la caligrafía puntillosa de su madre. Sin embargo, en el caso de que aquella fantasía suya llegara a cumplirse, tiene unas veinte listas más esperando por él en su casa. Y si todas mágicamente se destruyesen, sus padres estarán más que dispuestos a reescribirlas las veces que sea necesario.

—Maldita sea —jura entre dientes. Esto es ultrajante para su alma libre.

Por supuesto, pretende ir a quejarse con su Arcano. Si él está fastidiado, Raegar también tiene que estarlo.

Como si la vida se burlase de él, se topa con Phaeron de frente al entrar al castillo. El hermano de Raegar es indeseable como un grano en el culo y jamás pierde tiempo para demostrarlo. Hasta parece olfatear los mejores momentos para tocarle los cojones a los demás.

—Tiempo sin verte, Hari, ¿qué te trae por aquí? No me digas que te echaron del burdel por apestar haciendo mamadas. ¿Vienes a practicar con mi hermano?

Haridyen sigue su camino sin siquiera dedicarle un vistazo. Para tener tan solo dieciséis años, el cabronzuelo ya es todo un verdadero capullo. No es que Haridyen lo encuentre demasiado sorprendente, después de todo Phaeron tiene de padre al rey de los capullos.

Recorre los góticos interiores de la morada usando su olfato para rastrear a su compañero. Huele sus intensas feromonas entremezcladas con sudor y deduce que lo encontrará en el salón de entrenamiento. Ciertamente, Raegar se halla ejercitándose, colgado de una barra metálica de dominadas. Los músculos de su espalda se contraen y crean sierras con profundas depresiones entre ellas, en donde Haridyen se hunde y se pierde por un buen rato. Despierta del trance recién cuando su amigo se suelta de la barra haciendo un ruido sordo al caer elegantemente sobre sus pies y, solo en ese momento, Haridyen advierte que tiene el rostro y el pene hirviendo. Se desconcierta por la reacción de su cuerpo y le entra una vergüenza atroz cuando hace contacto visual con su Arcano.

¿Qué demonios me pasa?, piensa, ¿hace tanto que no follo como para que una espalda desnuda me la ponga dura?

—Haridyen... ¿sucede algo?

—N-No, es decir, ¡sí! —chilla, batiendo el papel entre sus dedos mientras se lanza disimuladamente aire al rostro enrojecido.

Raegar está un poco confundido, no solo por la respuesta indecisa de su compañero, sino por el aroma fluctuante de sus feromonas. Repara en que Haridyen está enfadado por algo, pero el olor áspero que emana se torna cremoso y dulce como la leche hacia el final. Se acerca a él, que luce un tanto más nervioso a cada metro que sus pies extinguen.

EXTINCTION【Libro I】|Disponible en físico|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora