☽ Capítulo 34 ☾

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7 meses más tarde

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Mayo de 1906

Territorio sudeste de Haera, Arvandor.


Aquel día despejado y gloriosamente templado de mayo Haridyen se levantó muy temprano, se duchó y se vistió con una sonrisa desbordante en su rostro. No le cabía el corazón en el pecho. Recogió la docena de pasteles que tenía preparados para los fae del bosque y se dedicó a entrenar luego de hacer el cumplimento del trato en nombre de su Arcano.

Al llegar la tan ansiada hora y ya de pie frente a la entrada de su manada, apenas fue capaz de suprimir el frenesí del reencuentro, su alma quemaba de alegría y rebotaba dentro de los linderos de su cuerpo, impaciente por salir en busca a su gemela, la cual percibía cada vez más cerca. Cuando divisó la alta figura de su compañero atravesando los portones con su majestuoso porte, finalmente su emoción se desató en abundantes lagrimones y en un chillido que le causó mucha vergüenza ajena a Tymael, quien rígidamente se hallaba posicionado a varios metros de Haridyen y su familia.

El pelirrojo corrió rápido y fuerte como un vendaval, con sus pupilas únicamente enfocadas en aquellos entrañables orbes rojos y risueños mientras todo a su alrededor desaparecía. Arremetió como una agresiva ola contra Raegar, abrazándolo y besándolo con anhelo e ignorando en su júbilo el sutil tambaleo del cuerpo contrario.

Un año atrás, Haridyen no podía rodear por completo la ancha espalda de Raegar, y sin embargo ahora le sobran tantos centímetros de brazo que sus manos se alcanzan fácilmente por detrás.

—Mi amor... —solloza sin dejar de sonreír—. Pareces un cadáver.

Raegar ríe bajito, chocando sus frentes mientras la restaurada cercanía con su hermoso pelirrojo revitaliza su maltrecho cuerpo. Respira hondo, llenándose los pulmones de su aroma, y evita en la medida de lo posible parpadear. No quiere perderse nada. A pesar de que el tiempo que pasó cumpliendo su pena fue necesario para obtener la libertad, significó tiempo perdido con su amado Haridyen.

—Vaya... no sabía que tenías esos gustos tan particulares.

—Ya ves, así de perturbado me tienes.

Vuelven a sepultar sus sonrisas entre besos, Raegar enlazando con fuerza la cintura de Haridyen y Haridyen acariciando cariñosamente el cabello negro y largo de su Arcano. Le llega hasta por debajo de los hombros y unas novedosas ondas han aparecido confiriéndole un nuevo encanto.

Alguien carraspea. Haridyen advierte con una pizca de vergüenza que se trata de Harry.

—Bienvenido a casa, milord —dice el alfa con diplomacia.

Raegar se separa a regañadientes de su Cadena, aunque solo lo justo y necesario para echarle una mirada escueta a su pueblo. Sus manos permanecen entrelazadas y sus feromonas fundidas.

EXTINCTION【Libro I】|Disponible en físico|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora