☽ Capítulo 3 ☾

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Encuentro a Sophie diez minutos después, saliendo de la carpa erigida sobre la pequeña plazoleta del centro del asentamiento, la cual, estimo, funciona como cocina colectiva

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Encuentro a Sophie diez minutos después, saliendo de la carpa erigida sobre la pequeña plazoleta del centro del asentamiento, la cual, estimo, funciona como cocina colectiva. Va acompañada de Nate y Elena, y me consterna reparar en que luce peor de lo que esperaba. La tristeza entorpece sus pasos y desluce su piel. Los ojos pardos, direccionados al suelo, parecen no querer ver más que lo necesario para poder trasladarse.

Reconozco el dolor de una pérdida y el sentimiento desesperante de saber que la vida sigue y el tiempo fluye, egoístas e incapaces de aplacar la angustia con un olvido.

Una enfermedad terminal del corazón que nunca termina.

Los intercepto de camino a los mesones donde todos se reúnen en tropel, procurando que mi propio apocamiento pase desapercibido.

—¡Hazel! ¡No puedo creer que estés aquí! —chilla Elena.

Sophie se endereza apenas al oír mi nombre y me busca con los ojos ajados que se humedecen al encontrarme.

—Lo siento, debí haberme pasado por aquí antes.

Abrazo a Elena, le revuelvo el cabello a Nate y cuando llego a Sophie, es ella quien se abalanza sobre mí, estallando en llanto sobre mi hombro. A pesar de que es una minúscula porción de su pena la que exhibe y me azota, siento un millar de aguijones en el pecho.

Ojala pudiese brindarle la receta para aligerar su aflicción, o las palabras mágicas para curar ese desgarro del espíritu que duele infiernos. Pero sé muy bien que nada de eso existe. Solo puedo prestarle mi hombro y regalarle una caricia sobre la coronilla en un silencioso "No estás sola".

Elena y Nate deciden dejarnos a solas. Nos alejamos un poco del trajín para conversar en privado. Conduzco a Sophie con mi brazo posado en su menuda cintura hasta un banquito de madera desgastada e hinchada por la humedad, ubicado bajo el ramaje de un cerezo.

—Lyanna me contó lo que sucedió... lo siento mucho.

Ella asiente y luego niega, mirándose las manos entrelazadas sobre las rodillas.

—No entiendo... mi cachorro se encontraba bien, estaba sano y yo también... no entiendo por qué... —solloza, y no puedo sentirme más identificado—. Tal vez yo tuve la culpa... quizás debería haberme quedado en cama en lugar de hacer las tareas de la casa...

—No, no tienes que culparte solo porque no encuentras una respuesta que te brinde un poco de paz. —Sobo su espalda con cuidado. Tengo la sensación de que se romperá si aplico aunque sea un poco de presión—. Yo... no podría comprender por completo lo que sientes pero también he perdido a alguien valioso y tampoco obtuve un "porqué". Esa impotencia, esa culpa... sí que puedo comprenderla. Ese sentimiento de naufragio en el que continúas caminando sin tener idea de dónde vienes o hacia dónde vas, o siquiera por qué sigues avanzando... por supuesto que lo entiendo.

EXTINCTION【Libro I】|Disponible en físico|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora